viernes, 31 de julio de 2009

La primera vez (Capítulo 6 de mi novela, fragmento 3)

Saludos, amigos de la blogósfera. Sé que había jurado y perjurado que no iba a postear en viernes nunca jamás, pero la neta es que algo me ocurrió y me siento así como con prisa de terminar los posts que tengo pendientes. De hecho aun tengo posts pendientes: entre ellos, los fragmentos restantes de esta novela y otros dos más de "Me cago en lo paranormal" y otros más sobre los reptilianos.

Créanme que me siento muy mal por dejarlos con unos cuantos posts aventados así nada más, no es lo que yo quisiera, pero me siento increíblemente apresurado y me siento en la necesidad de hacerlo así. Por favor traten de ser comprensivos y espero que disfruten los posts anteriores a este. Léanlos con calma. Uno es un meme que me mandó Ministry of Silly Walks. El otro es una llamémosle 'narración' epistolar (de hecho son dos), por desgracia me veo imposibilitado de terminar la serie, pero si me siento en condiciones de continuarla, lo haré. También están las insultativas, serie que tampoco terminé, lo lamento. Pero por favor lean las que están.

Los dejo entonces con el tercer fragmento de mi novela. Muchas gracias por estar aquí y disculpen que me vaya de esta abrupta y poco presentable manera. Volveré.

Continuaron su camino, pero no estaban seguros de estar siguiendo la vía correcta. Minutos más tarde encontraron el árbol a través del cual llegaron a ese lugar.

- Loco, ¿cómo le hiciste para salir al terreno aquel de las bodegas?- preguntó Luis.

- No hice nada, no más lo toqué- respondió Bernardo tocando la corteza del árbol.- ¡Ah, chingá!- exclamó.

- ¿Qué pasó?- preguntó Roberto.

- Nada- respondió Bernardo.

- ¿Entonces por qué dices ‘An chingá’?

- Pues por eso, porque no pasó nada. Gruñó Bernardo.- Tenía que desaparecer mi mano, tenía que jalarme.- dijo, subiendo el tono de su voz.

- No mames.- exclamó Gerardo, sorprendido.

- ¿Será que es de ese lado del árbol?- inquirió Homero.

- A ver- dijo Gerardo, tocando otra parte de la corteza.

- Yo de este lado- dijo Luis. Nada sucedió.- Loco- el muchacho se interrumpió al ver el rostro contrariado de Bernardo que empujaba la corteza del árbol desde otro ángulo.

- ¡Esta madre se cerró!- gruño Bernardo- ¡La puta que lo parió!

- ¡Cálmate, loco!- dijo Luis, un tanto nervioso.

- No me calmo ni madres- dijo mirando fijamente a su amigo.- Yo los traje a ver la bodega y caímos aquí. Ahora nos quedamos atrapados aquí. No puedo estar tranquilo hasta que regresemos a la casa, ¿entiendes?

- No digas mamadas, loco.- repuso Homero.- Tú nos llevaste, pero el muerto fue el que nos dijo que entráramos.

- ¡No es cierto!- replicó Roberto- Yo solo dije que estaba abierto, tú fuiste el que dijo que entráramos.

- Y por eso salimos corriendo y caímos aquí- dijo Luis.

- ¡Yo no sabía que estaban ahí los empistolados, pendejo!- se defendió Homero.

- Yo en ningún momento dije que lo supieras- dijo Luis.

- El caso es que vinimos a dar acá- insistió Bernardo.

- Pero tú no sabías que podíamos pasar para acá- apuntó Gerardo.- No es culpa tuya.

- ¡Pero yo fui el verga que les dijo que camináramos!- exclamó Bernardo

- Porque allá afuera estaban los de la bodega, cabrón.- dijo Roberto.- No es culpa tuya, entiende.

- ¡A la verga!- gruño Bernardo golpeando el árbol.- ¡Pero seguimos aquí!

- Ya déjalo, muerto.- dijo Luis.- Todavía que le estamos diciendo como es el pedo y nos manda a la verga.- Bernardo miró a Gerardo y luego a Homero, lo que Luis le decía era verdad y se sintió avergonzado.

- Ustedes tienen razón- dijo cabizbajo.- Discúlpenme.

- ¿Y si nos equivocamos de árbol?- preguntó Roberto.

- No creo- dijo Homero- recuerdo bien que era este árbol, por la piedra.

- Pero aquel otro tiene una piedra igual- señaló Luis.

- Esa no es porque en esa piedra se orinó Bernardo.

- Simón.- corroboró el muchacho con un gesto de satisfacción.

- Pinche orinón- dijo Luis.

- Pero tal vez nos quedamos atrás, me refiero a que más adelante hay un pedazo de selva como este.- explicó Roberto.- Tal vez nos desviamos cuando nos pasaron encima todos esos pájaros.

- No nos desviamos- dijo Bernardo- nos costó pero encontramos el árbol.

- ¿No estás oliendo los orines de este pendejo?- preguntó Homero señalando a Bernardo.

- Sí, se siente todavía- dijo Gerardo.

- ¿Cómo sabes que son los orines del loco? ¿Cómo sabes que no vino nadie más a orinar la misma piedra?- replicó Roberto.

- ¿Cómo sabes que sí? Yo no he visto que haya nadie- repuso Homero.

- Tiene que haber alguien. Por lo menos un animal pudo orinar ahí- insistió Roberto.

- ¿Más animal que tú? No creo.- dijo Homero.- No, muerto, este es el árbol

- ¡Puta madre!- gruñó Roberto.- Como me encabrona que no puedan aceptar sus errores.

- Ya pues, pinche muerto.- intervino Bernardo.- Ponle que la cagamos y nos desviamos. Vamos a donde se nos cruzaron los pájaros y nos dices según tú para dónde teníamos que jalar.

- Vamos entonces.

Los muchachos se dirigieron hacia el punto en el que se toparon con las aves. Roberto les indicó que se habían desviado a la izquierda y señaló el camino que a su parecer debían seguir.

1 comentario:

El Signo de La Espada dijo...

Manto:

Tenía que sacarme la espinita, mira que 15 años cargando esa mierda ya son putadas jeje

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