lunes, 10 de agosto de 2009

Diáspora, capítulo 10 de mi novela (fragmento 1)

Hola, saludos a toda la blogósfera y a todos los que caen por acá, voluntariamente o por accidente.

En esta ocasión les presento otro fragmento de la novela que estoy escribiendo. Ya dejamos el capítulo 2, el 4, 6, 7 y ahora sigue el diez. Faltan otro más, pero no estoy seguro de ponerlos todos en particular porque es probable que algunos capítulos desaparezcan. Pero en fin, eso solo el tiempo, mi cerebro y mis dedos lo dirán. Espero que disfruten este décimo capítulo que se llama


Diáspora

Mientras comenzaba a llover de nuevo, la noche se abría paso en el cielo. Con paso presuroso, los jóvenes trataban de ganarle a la noche, pero su intento fue inútil. Tuvieron que ir con más cuidado debido a la falta de luz. Paulatinamente aumentaron los ruidos emitidos por insectos y anfibios. Ninguno de ellos hablaba, todos estaban pendientes del ambiente y del camino. A lo lejos se escuchaba el sordo rumor del ronquido de un cerdo, pronto encontraron un grupo de animales parecidos al pecarí, pero estos tenían zarpas en lugar de pezuñas y tenías las orejas pequeñas y puntiagudas como las de un perro.

Tras el cese de la lluvia, Bernardo reparó en la presencia de algunas luciérnagas, se detuvo a contemplarlas con embeleso y Luís lo obligó a seguirlos a jalones. De pronto escucharon un ronquido, pronto se dieron cuenta que eran varios ronquidos. Repentinamente, Bernardo se sintió oprimido por un gran peso, era una bestia del tamaño de un becerro que le había saltado encima. Sin reparar en los detalles morfológicos del animal, Roberto usó su pértiga y liberó a su amigo. De inmediato un grupo de ejemplares de esa especie los rodeó y los jóvenes se libraron de ellos a pedradas o amagándolos con sus armas. Tardaron varios minutos en ahuyentarlos y no fue hasta que Roberto hirió a uno de ellos en la cabeza y que Bernardo comenzó a gritar enfurecido que las bestias huyeron y no regresaron más, afortunadamente se trataba de una manada pequeña y no encontraron más manadas de esa especie.

Siguiendo una fila de hormigas brillantes, que resultaron ser las luciérnagas que Bernardo vio, los jóvenes continuaron buscando a su amigo, pero el cielo nublado les indicó que debían buscar un lugar donde refugiarse. Todos estaban agotados y se quedaron bajo los árboles mientras llovía de nuevo. Roberto despertó a todos con su tos, Luis y Bernardo amanecieron sofocados por su sensibilidad a la humedad. Era muy temprano, apenas salía el sol y había mucha niebla. Ninguno había descansado bien y todos tenían la ropa húmeda. En silencio, continuaron la búsqueda de Rogelio.

Mientras el día clareaba y la niebla se disipaba, los jóvenes buscaron alimento, pues el hambre los flageló, les llegó de súbito y era grande. Comieron un poco de fruta, pero no les bastó, pronto hallaron una laguna y decidieron pescar. Mientras que Roberto y Homero trataban de capturar peces, Luis y Bernardo trataban de capturar crustáceos. Ya habían capturado una buena cantidad de peces y crustáceos para desayunar, pero tuvieron que abandonarlos cuando una flecha se clavó en uno de los peces que Luis sostenía. Los jóvenes se lanzaron al agua y dieron brazadas como si fueran campeones olímpicos de natación. Los arqueros vieron inútil la tarea de lanzar sus saetas, de manera que optaron por rodear la laguna e interceptarlos del otro lado cuando salieran.

Antes de llegar a la orilla contraria, los jóvenes encontraron un par de canoas abandonadas, las voltearon y se refugiaron debajo de ellas. En cuanto lo hicieron cayeron las primeras saetas sobre la madera vieja. Bernardo les dijo:

- Ahorita nos vemos- y se sumergió.

En la profundidad se movió con lentitud y con la misma lentitud se dirigió a la superficie, tratando de no generar ondulaciones en la superficie del agua que delataran su posición. Salió cuidadosamente del agua y se escondió detrás de unos arbustos, recuperó el aliento y rápidamente se lanzó por detrás de uno de los arqueros para estrangularlo y arrebatarle una macana. Lo hizo con rapidez y se encargó de otros dos mientras sus amigos atacaban a los demás hombres utilizando las canoas, empujándolos de manera que se inició una refriega entre unos cuantos arqueros que no tuvieron más remedio que pelear a mano limpia o echar mano de sus macanas, pues no tenían espacio suficiente para disparar. Los demás enmascarados peleaban con cuchillos y jabalinas, pero varios de ellos fueron desarmados al caer por el empuje con las canoas. Aunque eran superados numéricamente, los jóvenes pudieron abatir a los hombres enmascarados, no sin sufrir heridas: Homero fue cortado en el pecho y Luis en la espalda. Al final solo quedó en pie el arquero de Bernardo había desarmado y estrangulado, el hombre escapó y Homero quiso ir detrás de él, pero Bernardo lo contuvo.


Espero que les guste y que esperen los demás fragmentos de este capítulo. Hasta pronto.
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UPDATE:

Saben qué amigos? Me acabo de dar cuenta de algo fundamental... No publiqué el capítulo 4 de este churro en el blog. Por favor disculpen, creo que es necesario para agarrarle la onda a este rollo. A partir del próximo post se suspende el capítulo 10 y seguimos con el capítulo 4, al término de dicho capítulo le seguimos con el 10 y luego con el 11. Por favor disculpen mi torpeza. Hasta el próximo post.

6 comentarios:

Zed dijo...

Me agradó el intro con lluvia mi estima'o.

El Signo de La Espada dijo...

Manto:

Muy clara tu apreciaciòn carnal, me cae.

;)

Zed:

oH, Entonces quizà te guste el capítulo que no postiè y que en penitencia debo postear. Saludos

Almendra dijo...

Ah!!! tengo que ponerme al día con la novela para comentar.



Saludos

El Signo de La Espada dijo...

Okidoki, creo que te tienes que aventar esta página y la anterior, jajaja saludos

Lordonbest dijo...

Orale brother, eres muy bueno escribiendo eh, también he escrito una novelita de amor por ahi, pero no costa de mucho 10 paginitas me has motivado brother.

Buenas noches

El Signo de La Espada dijo...

lordonbest:

Oh, muchas gracias mi lordon, me agrada saber que mi escrito te ha motivado. Buenas noches

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