¿Qué hacen por este lado del barrio a estas horas? Jajaja! Ya me había ausentado un buen rato, no? El título de la entrada es una interrogación porque realmente no me acaba de convencer ese título y sinceramente estoy muy cansado para inventarme otro título.
¿De qué va esto? Se preguntaran, pues como ocurre (o más bien, ocurría) con relativa frecuencia, estoy presentándoles una nueva historia: mi segunda narración de Ciencia Ficción.
Y sí, es la segunda, la primera se llamó Cosmoepidemia. La novela que estoy escribiendo, a pesar de la fuerte discusión que tuve con un amigo, NO es de ciencia ficción, es de fantasía y aventuras.
Desde que escribí Cosmoepidemia empecé a tejer la historia que les presento hoy, aunque no fue hasta hace un par de meses que empezó a fluir. Está insipirada en las Religiones Ovni y en tragedias como lo ocurrido con Heavens Gate y el caso de Jim Jones. En fin, supongo que no están aquí para que les cuente como la escribí y como se me ocurrió todo, ¿cierto? Así, que ahí le va:
¿Beatitud artificial?
La
vista desde la montaña era espléndida: el sol caía y bañaba con
una luz naranja el valle que había recorrido por la mañana. Me
detuve en la entrada de una cueva y contemplé el paisaje unos
minutos más, antes de meterme a la cueva para meditar.No pasaron ni
veinte minutos cuando escuché el sordo rumor de una nave
acercándose. El sonido era inconfundible pese a la distancia, no
podía ser otra que una XC- 34F7W, exactamente la vieja cafetera de
Black Bruce.
No pude
evitar sonreír al escuchar los helirotores de
la nave de mi amigo, hacía cinco años que no lo veían pues
me exilié en la China fantasma. Ocurrió que La
Agencia organizó una serie de operaciones encubiertas en contra
de los Illuminati. Yo, al igual que mi abuelo, y su abuelo
antes que él, era escéptico acerca de ese tema. Mi abuelo, y su
abuelo antes que él, miles de veces dijeron que no existía tal
organización, pero La Agencia halló evidencia fidedigna de
su existencia y los derrumbaron desde adentro, así que no me quedó
más remedio que tragarme mis palabras y largarme. Al menos el abuelo
de mi abuelo tenía razón: en sus tiempos no existían.
Ocurrió
que en 2835 hicimos contacto con inteligencias extraterrestres. Como
muchos lo vaticinaron, esto obligó a un cambio en las creencias de
la mayoría de los seres humanos. El año que hicimos contacto,
vinieron diez civilizaciones y establecieron relaciones con los
gobiernos de La Tierra y establecieron colonias aquí, se les llamó
La Confederación de los Diez.
Años más tarde más civilizaciones extraterrestres llegaron a
nuestro planeta y algunas de ellas ofrecieron llevar sin costo
alguno a una gran cantidad de gente a otros planetas habitables: la
salvación que tantos esperaban durante siglos. De manera tal que la
mayoría de los chinos decidieron abandonar su país y su planeta con
una de estas civilizaciones, dejando China como un enorme pueblo
fantasma.
Allí
me la pasé durante cinco largos años, perdido, vagabundeando,
entrenando en la China fantasma. No sé como lo hicieron, pero
La Agencia dio conmigo en aquella remota montaña y Black
Bruce hizo su aparición, asomándose por un costado de su vieja
nave.
–Eh,
por fin te dejas ver, hombre –dijo con un español al que le hacía
falta práctica.
–¿Acabaron
con todos los Illuminati o se les filtaron algunos? –pregunté
maliciosamente mientras Bruce saltaba hacia la cueva.
–¡Cabronazo!
Levanta –dijo sosteniéndome la mano, levantándome y abrazándome–.
Ah, ¿aún cargas ese viejo libro?
–Sí
–se refería a uno de los libros del abuelo de mi abuelo. Ya no se
veía bien el título: "Retorno a M"–. Sabes que siempre
lo cargo porque mi abuelo decía que soy la viva imagen de su abuelo
–abrí la tapa del libro y le mostré la foto a Bruce–. Mira,
somos iguales, excepto que mi ancestro tenía los ojos cafés y los
míos son gris acero.
–Te
has puesto flaco –dijo empujándome levemente.
–Y tú
has ganado algo de color –Black Bruce es un sobrenombre que
hace doble ironía de su nombre: Bruce quiere decir moreno y mi amigo
es albino, de padres negros.
–Man,
fuck you! –replicó empujándome mientras yo reía.
Subimos
en su vieja XC- 34F7W y nos dirigimos a una base aeronaval en Viet-
Nam. Luego fuimos por tierra a Hanoi a buscar un bar. Hacía casi 3
años que no probaba una gota de alcohol, pero por ver de nuevo a
Black Bruce valía la pena, además, tenía noticias para mí,
probablemente no eran buenas, así que un buen trago ayudaría a
bajarlas.
Al
parecer, pese a mi desaire a La Agencia, cinco años atrás,
esta me necesitaba para una nueva misión. Lawrence McGrath me
esperaba en Namibia y eso fue todo lo que Bruce me dijo. Aunque le
pregunté de qué se trataba, prefirió cambiar de tema, supuse que
era algo delicado. ¿Para qué enviar a un agente tan valioso como
Black Bruce únicamente para buscarme? ¿Sólo porque es mi amigo? Y
además ¿enviado por McGrath? ¡No pueden verse ni en pintura!
Llegamos
muy tarde a Windhoek y pernoctamos en la base local de La Agencia.
Al día siguiente desayunamos completamente en silencio. Bruce estaba
actuando extraño, parecía querer decirme algo, pero por alguna
razón lo retenía. Quizá era algo que no debía decirme. ¿Por qué
el secretismo? Esa no es costumbre del maldito calvo. Cuando llegué
a la oficina de McGrath me hicieron esperar cerca de una hora. ¡Qué
cojones! Pensé, este tío me manda a buscar al culo del mundo
sin que me diga nadie de qué va esto y encima me hace esperar. Entré
a la oficina algo cabreado y se notó.
–Pasa,
pasa, Heredia –dijo levantándose apresuradamente de su asiento,
intentando parecer afanoso al recibirme. Maldito falso. Miré la
oficina: todo en orden, pulcra y austera, ténuemente iluminada.
Oscura como su culo, pensé–.
Gracias por venir –dijo tendiéndome la mano, no la acepté.
–¿De
qué se trata, McGrath? –le espeté con aspereza mientras se
quedaba mirando su mano como idiota–. ¿Qué es esta vez?
–Es
un asunto delicado –dijo dirigiéndose a su asiento–. Toma
asien... –ya me había sentado–. ¡Mierda, Heredia! ¿Quieres
olvidar de una puta vez lo que dije hace cinco años? Esto me gusta
menos de lo que te gusta a ti.
–¡No
me digas!
–¡Carajo,
Heredia! ¡Para de una vez!
–Venga,
ve al grano.
–Como
sabes, hace tiempo que las diversas razas extraterrestres con las que
hicimos contacto se han estado llevando personas y animales del
planeta por varios motivos, entre ellos, religiosos.
En
efecto, después del contacto, a pesar de que los Premier
extraterrestres negaron su divinidad e insitieron en que jamás
habían pisado nuestro planeta en la antigüedad, las religiones
ovni o alien proliferaron.
Pasaron décadas antes de que fuera posible desarrollar la tecnología
necesaria para el transporte en masa a otros planetas, que además
tuviera la capacidad para volver a La Tierra. Mientras tanto, más
civilizaciones ajenas a la Confederación de los Diez
llegaron a nuestro planeta y entablaron relaciones con nosotros,
fueron dos de estas civilizaciones las que se dejaron adorar y,
aunque las diversas civilizaciones negaban constantemente su
divinidad y rechazaban la adoración, abundaron las organizaciones
que les rendían culto.
–Tenemos
información que una... iglesia
–dijo haciendo la seña de comillas con las manos– está
engañando a sus feligreses haciéndolos viajar a un planeta en
Asellus Borealis, en
donde terminan esclavizados.
–¿Qué tengo qué hacer?
–Rescatarlos.
–No jodas, McGrath. ¿Yo solo? ¡Me estás mandando a una misión
suicida!
–¿Quieres callarte un segundo? –replicó irritado–. ¡Estoy
tentado a mandarte a la mierda, pero no tengo otra jodida opción!
Eres un agente perdido, estuviste fuera del campo cinco años, ¿sabes
lo que son cinco años para un agente? ¡Cualquier novato te supera
con lo que has dejado de aprender! Eres el peor elemento para esta
misión y estoy muy seguro que si te envío solo lograrás que te
maten –vociferó lanzando grandes gotas de saliva.
–Lo
mismo decías cuando empecé, McGrath –respondí tranquilamente,
quitándome un salivazo de la mejilla. Lo mismo dijiste cuando me fui
y aquí me tienes. ¿De qué va esta mierda? ¿Por qué ningún
gobierno se ha pronunciado? ¿Por qué no interviene el Consejo
de los Diez?
–Sabes
muy bien que el Consejo de los Diez no
interviene en asuntos que no tengan relación con sus planetas.
–¡Y una mierda! Los heroclianos volaron medio K65T7 a pedido del
Reino Unido el año pasado.
–¿Cómo te has enterado? –inquirió sorprendido.
–Me fui a la mierda, pero no me subí a ninguna columna como un
San Simón. Aun conservo contactos. No tengo muy claros los detalles
de la situación, pero si no me equivoco, una misión de rescate de
esa naturaleza implica una intervención militar de mediana escala
cuando menos. Esos escarabajos aselianos no son cualquier cosa
–McGrath me miró boquiabierto, recuperó la compostura y continuó.
–Los hechos han sido denunciados, pero los diferentes gobiernos se
han abstenido de intervenir. Es ahí donde entramos nosotros.
–¿Por qué yo?
–Porque
eres un Neohumano. Por
increíble que parezca, los aselianos han reclutado una cantidad
impresionante de Neohumanos
en su iglesia. Sabemos que los han sometido a programas de control
mental...
–¿MK-
ultra? ¡Pavadas!
–Sé que no crees en la eficiencia de esos programas, ni en su
existencia siquiera. Pero es ahí donde encajas, porque tú eres
resistente, si no es que inmune a eso.
–¿De dónde coño has sacado eso, McGrath? Por todos es sabido
que esos programas incluyen maltrato psicológico y abuso sexual.
Estás pendejo si crees que voy a someterme a eso.
–En este caso es diferente, Braulio.
–Vale, ya. Te lo concedo, ni voy a preguntar como se han enterado,
joder. ¿Pero qué esperan que logre?
–Que
organices una revuelta. Eres un Neohumano,
líder nato, persuasivo. Tienes que hacerlo, hombre, por tu raza.
–Mi raza... mi raza me importa una mierda y la tuya también.
Revisa tu puto archivo y verás que mi perfil también pone:
“Tendencias nihilistas”. En negritas y subrayado.
–Eres un mierda, Braulio. Si no fuera porque Cranston insistió en
que fueras tú, te sacaría a patadas...
–No creo que puedas, McGrath. Ni hace falta que lo intentes, tú y
Cranston pueden irse a tomar por culo.
–Espera –una puerta se abrió y una mujer, cuyo rostro estaba a
medias cubierto por una palestina entró a la oficina de McGrath.
–¿Adi?
–me quedé sorprendido al reconocer a la chica que se despojaba
lentamente de la palestina–. ¡Hijo de mil putas! Usaste un truco
sucio con ese rollo de los Neohumanos,
¿y ahora intentas manipularme usando a Adler? ¡Vete a la mierda,
McGrath, me cago en todos tus putos muertos!
Salí
de ahí dando un portazo y me dirigí al centro de la ciudad. Me
interné en un mercado trazando una ruta errática y comí en un
puesto, me pedí una braii
y dos Windhoek lager.
Mientras bebía lentamente mi yarda, me quedé pensando maravillado
por como el platillo tradicional que estaba comiendo, así como la
cerveza, habían prevalecido por siglos.
Caminé
y di vueltas sin sentido por toda la ciudad y me dirigí hacia las
afueras, hacia la autopista. Por un momento me detuve, pues no me
despedí de Black Bruce.
Volví la vista hacia la ciudad pensando que él sabría como
encontrarme después, cuando me di la media vuelta para proseguir mi
camino, frente a mi estaba Adler, detrás de ella había un atardecer
como para conmover al mismísmo diablo.
Clavó su mirada en mi, sus ojos grises, siempre llenos de confusión
y tristeza se clavaron en los míos, sacudiendo mis cimientos. Algo
nuevo había en sus ojos, algo que parecía ser certeza. No duró
mucho mirándome, luego miró hacia otro lado, como si se aburriera,
un gesto clásico de ella.
–Dejas muchas pistas de tus pasos por donde sea –dijo y me
abrazó largo rato, colocando su cabeza en mi pecho.
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