lunes, 7 de octubre de 2013

¿Beatitud artificial? Parte 2/?

Les traigo otra parte de la historia, que les confieso, aun no termino, ni he pensado en un título definitivo. Aun así, espero les guste. Saludos.

 
Adler es una Neohumana, como yo. La Agencia la reclutó como parte de un programa especial de entrenamiento para futuros cazatalentos, pero terminó como agente de campo, a pesar de que no se contaba con un perfil completo de ella, la habían encontrado en un hospital en el que se había recuperado de un severo accidente y no recordaba quién era, de dónde venía ni a su familia. Solo pudo decir que su apellido era Adler. Era toda una rareza, pues los Neohumanos no olvidamos.
Como muchos Neohumanos, los padres de Adler fueron asesinados por un grupo de fanáticos religiosos que creen que somos una abominación. Somos simplemente otra especie del género Homo o una subespecie del Homo sapiens, pero a pesar de todos los avances científicos y culturales de nuestra época, aun hay imbéciles que niegan la Teoría de la Evolución como verdad científica.
En el 2938 hubo un incidente que puso en riesgo no solo la estabilidad de las relaciones de La Tierra con la Confederación de los Diez, sino la existencia de la vida en el planeta. Una de las naves Embajadoras se estacionó en Israel y tres operaciones de bandera falsa que salieron mal tuvieron como consecuencia la destrucción de un reactor de la nave Embajadora que causó la liberación de radiaciones sigma y omicrón, desconocidas hasta entonces en La Tierra. La explosión abrió un cráter de 250 kilómetros de diámetro y 580 de profundidad, aunque se realizaron diversos esfuerzos por contener la radiación y remediar el suelo y el agua, muchos creen que la explosión alcanzó la ionósfera, pues se observó una suerte de aurora durante cerca de un año, de manera que las radiaciones se quedaron permanente en La Tierra y gradualmente permearon en la atmósfera.
A partir de ese evento, durante los siguientes doscientos años, se observaron cambios en todos los seres vivos de nuestro planeta, poco a poco comenzaron a aparecer nuevas especies de hongos y bacterias primero; y pocos años después, de plantas y animales. Por último, comenzaron a aparecer humanos con diferencias que se hacían más patentes en cada generación hasta que finalmente, trescientos cincuenta años después de aquella explosión, aparecimos los Neohumanos. Muchos creen que somos resultado directo de las radiaciones sigma y omicrón, que por lo tanto no deberíamos de existir, que no somos producto del curso de la evolución y los más pringados creen que fuimos creados por ingenieros genetistas extraterrestres y que somos un instrumento de ellos para establecer su dominio sobre la humanidad. Esa clase de fanáticos de mierda fueron los que asesinaron a los padres de Adler y a los míos.
Yo entrené a Adler y nuestra primera misión juntos fue frustrar un atentado contra una comunidad de Neohumanos que sería perpetrado por una célula de una organización conocida como Sephirot. En los cuarteles comenzamos a llamarla Adi, pero a ella no le gustaba porque decía que así le decían de cariño a Adolf Hitler.
–Solo tú me puedes decir Adi –me dijo un día y me plantó un beso.
Mientras caminábamos, íbamos en silencio, otro rasgo característico de Adi y recordé la primera vez que salimos juntos. Estábamos en Barein, en Dar Kulaib, y al salir de un cine nos salieron al paso cinco asaltantes armados, a todas luces yonkis, Adler se aprestó para atacarlos, pero yo fingí un infarto y los asaltantes se acojonaron y huyeron. Adler comenzó a gritar pidiendo ayuda, pero cuando me levanté ríendome como un poseso, ella se cabreó y comenzó a golpearme.
–En la puta vida vuelvo a salir contigo –me dijo y se alejó. Me pasé toda la noche buscándola por la ciudad. Al recordarlo comencé a reír.
–¿De qué te ríes? –inquirió en voz baja.
–¿Te acuerdas de la primera vez que salimos? –respondí sonriendo.
–Tonto del culo –respondió inexpresiva.
Adler y yo estuvimos juntos casi tres años, durante el primero de ellos tuvimos una crisis por mi personalidad, a su parecer, compleja y agria. La siguiente ocurrió cuando creímos que Adler era de otra especie, ella era Homo parasapiens y yo Homo neosapiens, cuando se enteró lloró amargamente por días porque no podríamos tener hijos de forma natural. Por más que le quise hacer entender que podríamos hacer uso de la fertilización in vitro, ella estaba empecinada en que eso no era natural y que tener un niño probeta le haría recordar día tras día el estigma de ser un producto de la perversidad alienígena. Cuando ocurrió el asunto de los Illuminati, aquello terminó por separarnos y precipitó mi auto exilio.
Durante el tiempo que estuve en la China fantasma supimos que no éramos de diferente especie, se detectaron innumerables errores e inconsistencias en las investigaciones y los Neohumanos dejamos de ser clasificados en diferentes categorías. Durante ese tiempo, La Agencia averiguó quienes eran los padres de Adler, así como su nombre real, también hallaron a su hermana. Adler me explicó que su hermana ingresó a la Hermandad de las Almas Puras, la organización fachada de esos malditos escarabajos esclavistas, y evidentemente cayó presa de esos cabrones. Adler es la causa por la que me sacaron de mi exilio, McGrath y otros regentes regionales como Hirsi, Roettgen y Del Nero comenzaron a organizar la operación para rescatar a los esclavos y seleccionaron a varios Neohumanos para llevarla a cabo, pero fue Adler quien le pidió a Ernest Cranston que me buscaran para darme la misión. De modo que si no aceptaba hacerlo por La Agencia o por los Neohumanos, ella me lo pedía como un favor personal, para rescatar a su hermana.
–Por cierto, no me llamo Adler –me dijo sonriendo–. Mi nombre es Ada Velia Alessandri la Rosa.
–¿Cómo averiguaron tu identidad?
–No fue fácil. Cuando atacaron mi casa y huí no me enteré, sino hasta hace un año, que mi madre no murió de inmediato. En el hospital a donde fue trasladada le tomaron muestras de ADN para identificación posterior. Mi hermana solicitó mi búsqueda, entre los datos de niños perdidos hace 17 años y aquellos que no fueron encontrados, los casos de Neohumanos asesinados en ese tiempo me encontré con el caso de una Neohumana que llegó prácticamente a morir al hospital, Anna Paola la Rosa. Busqué y encontré que Rossana Alessandri la Rosa buscaba a su hermana, ella también había escapado cuando asesinaron a sus padres. Contacté con ella y me reconoció de inmediato, pero yo no la recordaba. Solicitamos al hospital que recibió a mi madre que nos diera su muestra de ADN, pero ya no era viable, así que comparamos nuestro ADN mitocondrial y es el mismo.
–Ya veo. ¿Has recuperado tus recuerdos perdidos, de tu vida antes de la muerte de tus padres?
–No, no del todo. Pero mi hermana conservaba un viejo diario de mi madre y eso me ha ayudado a comprender de dónde vengo.
–¿Sabes por qué te llamaron Ada Velia? ¿Crees que quizá tenías alguna reminiscencia escondida en tu memoria y por eso dijiste que te llamabas Adler?
–Podría ser, pero eso ya no importa. No soy Adler, ¿recuerdas? –dijo sonriendo–. De acuerdo al diario de mi madre, me dio ese nombre porque cuando era niña la llevaron a Roma y en un paseo por el Cimitero Verano vio la tumba de una mujer llamada Ada Velia la Rosa vuida de Alessandri, su lápida era preciosa, tenía un ángel recostado boca abajo. Mi madre se impresionó y pensó que la mujer enterrada allí debió ser una gran señora y obviamente, la coincidencia del apellido la Rosa con el suyo la marcó. Años después, cuando conoció a mi padre, Roberto Alessandri, se casaron y me concibieron, decidieron llamarme como la mujer bajo aquella lápida –nos miramos largo rato, inexpresivos. Al cabo de varios minutos dije:
–¿Todavía puedo llamarte Adi? –comenzó a llorar. La abracé y ella se dejó atrapar entre mis brazos y derramó todas sus lágrimas sobre mi pecho. En silencio, dejamos las calles y nos dirigimos a un café que estaba abierto a las 3:00 AM.
Adler, Adi, ahora Ada Velia Alessandri se sentó frente a mi con sus ojos congestionados y húmedos y miró hacia la ventana sin decir nada durante casi media hora. Ni siquiera volvió la vista para responder al mozo y pedir algo, pedí un café turco con agua de rosas y cardamomo para cada uno.
No tocó el café en más de una hora y no dijo ni media palabra, mientras tanto el mozo nos atendía nervioso, comí a cuerpo de rey y cambié el café por más Windhoek lager. Me bebí el café que ella había dejado casi de un sorbo, sus ojos habían vuelto a la normalidad.
–Hace cinco años que te separaste de mi y hoy me preguntas si aun puedes llamarme Adi. ¿Sabes cuánto tiempo esperé para que volvieras a llamarme de ese modo? ¿Tienes idea de cuántas veces me imaginé que volvería a verte y me llamarías Adler con aspereza? No me olvidaste, Braulio.
–Los Neohumanos no olvidamos –respondí sonriendo, ella soltó un leve bufido y miró de nuevo a la ventana–. ¿Cómo podría, Adi? Es imposible.
–Braulio, ¿comprendes que recuperé mi vida, al menos parte de ella?
–Y te la arrebataron, sí, Adi, lo entiendo. No necesitas decirme más, voy a rescatar a tu hermana.
–Vamos. Yo iré contigo.
–En el 3312 me dijiste que tenías miedo de hallarte a otro grupo de fanáticos, temías que te hubiesen identificado y que enviaran a un francotirador o algo así. ¿Qué te dije? –se levantó y se puso detrás de mi, me abrazó e imitó mi voz.
–Tú y yo acabamos con esos mendas, Adi, no van a volver. Acabé con ellos junto a ti y lo volvería a hacer.
–Vamos a la base. Mañana hablaré con McGrath para decirle que acepto la misión –tras un largo beso, pagamos la cuenta y nos fuimos a la base.

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