En el increíble blog Tecnoculto, del gran Andrés Borbón, Médico, Psiquiatra, Blogstar y a quien tengo la grata fortuna de contar entre mis amigos, podrán encontrar una serie de posts en los que Andrés habla acerca de correr, de trotar por las mañanas. Intentando seguir esa tradición ya he escrito Correr al llamado de la noche, que recibió un inmerecido elogio por parte de Andrés.
En su blog, en los posts sobre correr, Andrés habla de satisfacción, de autodesafío y de libertad. En este caso, debo advertiles, les hablo de ira contenida, de una desesperada lucha contra el tiempo, una absurda peripecia.
Allá vamos.
Me encuentro varado en la estación de Etiopía, durante todo el camino desde Looniversidad (Universidad) voy tranquilamente leyendo Ubik, de Philip K. Dick, a sabiendas que era viernes a las seis de la tarde, siempre se llena, siempre se atora, me armo de paciencia cuando viajo en esas condiciones. Necesito llegar a la Terminal del Kung Fu del Puño de la Estrella del Norte (Terminal del Norte). El tren deja de moverse, yo sigo leyendo en calma, mientras una pareja se come a besos a centímetros de mi. ¿Qué pasa? Puedo entender que el tren se quede parado cinco u ocho minutos, pero ¿veinticinco? ¿Media hora?
A cada parada no puedo evitar gruñir. Centro Méndigo (Centro Médico), Clínica coronel (Hospital General), Niños güeyes (Niños héroes), Nalgueras (Balderas), Maximiliano (Juárez), Calleja (Hidalgo), Iturbide (Guerrero), otro atorón en Tráete al Loco (Tlatelolco) y al llegar a la Banda (La Raza) salgo disparado antes de que la puerta se abra por completo.
Es liberardor impulsarme hacia delante con el pie derecho, los brazos extendidos hacia atrás y la rodilla izquierda por delante y la mandíbula apretada como si tuviera trisma. Este nuevo pantalón no me deja dar grandes zancadas, no debería estar corriendo, no sin calentar, no con estos quince kilos de más. No puedo pisar con fuerza si no quiero lesionarme las rodillas, pero tengo que llegar YA a la terminal. Balanceo mi peso entre los pies, la mayoría de mis pasos los doy con las puntas. Afortunadamente, mi hermano me regaló estos buenos tenis que tienen una excelente amortiguación.
Hay mucha gente, la mayoría camina rápido pero otros son más lentos que un tortuga reumática, lo peor es que ni siquiera van lento por observar todo lo que el Túnel de la Ciencia muestra. ¿Cuántos veces he pasado por ahí? Nunca me detengo a ver nada, siempre voy caminando a buena velocidad, pero aun así logro disfrutar casi todo. Pero hoy voy corriendo, frenando, saltando. Esquivo a la gente, cada pequeño espacio que encuentro lo aprovecho y me deslizo entre la gente.
Pero no falta que vayan dos o tres personas como soldados Tebanos, todo el espacio ocupado y me dan ganas de saltar la valla para seguir corriendo del otro lado, aunque vaya en sentido contrario, pero me abstengo ante la presencia de un par de policías, precisamente recargados sobre la valla. No creo que estén de servicio, pero es mejor no averiguar. De pronto logro ver un pequeño espacio, pegado a la valla, una mujer va unos pocos pasos adelante de un hombre mayor. Me equivoqué, no puedo pasar entre ellos. Molesto como estoy, quiero gritar "Muévete gorda nalgona", pero me limito a pensarlo mientras camino detrás de la mujer que, o es telépata o mi respiración agitada la hizo salir de su distracción y se hizo a un lado.
Tras un pequeño salto, mientras sonrío aliviado, de nuevo me impulso hacia delante con los brazos extendidos hacia atrás. Poco antes de la parte donde están las constelaciones esto se empieza a despejar y entonces acelero y trazo una curva, pienso en un cometa cuyo curso se altera por la gravedad de un gran planeta. Viene a mi mente el Shoemaker- Levi 9, que precisamente se estrelló en Júpiter en el 94.
¡MIERDA! Casi no veo y la gente se arremolina, no puedo ver espacios por donde pasar. Me veo obligado a frenar, hacerme a un lado, dejar pasar. Ya comienzo a ver mejor, lástima que no puedo ver con detenimiento las fotos de novas y supernovas.
Un trío de quinceañeros acelera al verme pasar, vuelvo la vista y les sonrío, ¿piensan que pueden alcanzarme? ¡Por supuesto que no! Soy un fantasma, niños. Acaban de ver a un fantasma sonreír y desaparecer entre el gentío.
Por fin llego a la escalinata que me llevará al siguiente andén. Subo las escaleras de tres en tres, me abro paso entre la gente, imagino como se vería mi trayectoria si me colocaran un sombrero de leds, como si se tratara de observar a un microbicho con un flouróforo encima. Llego al andén y mientras espero el siguiente tren tomo grandes bocanadas de aire, me mantengo en movimiento, no quiero enfriarme.
Llega el tren y entro en el de un salto, me mantengo en movimiento dando pequeños saltos y en cuanto llego a la siguiente estación de nuevo arranco desesperado, no debo haber pasado más que un minuto y medio esperando el tren, pero necesito llegar YA . Llego a los torniquetes, que los odio, deberían quitarlos. Pensando en ello, en el torniquete de al lado un hombre se atora, el joven detrás de él se quiere meter al que estoy tratando de entrar sin golpearme los testísculos. Le doy un empellón y lo hago rebotar como el pendejo que es. Atravieso el torniquete y de nuevo corro a las escaleras.
En el camino, el joven que quiso cerrarme el paso me da alcance, pero lo rebaso y lo pierdo en las escaleras. Salgo de la estación y corro hacia la terminal, mis costados comienzan a doler. Cruzo la calle sin fijarme si tengo luz verde o no. Una vez dentro de la terminal, aminoro la marcha y entonces me deslizo al llegar a la ventanilla: "A San Juan del Río, por favor, señorita" digo sonriendo, tratando de no parecer agitado.
1 comentario:
Jajaja, me gustó el coemntario de la tortuga ;)
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