La
narración de Gen An Ni cautivó la atención de sus invitados,
llenándolos de asombro. La parte más complicada de la batalla del
día anterior fue matar a las bestias que los Malek il' kan llevaron
a la batalla y pensar que había más de ellos les causó escalofrío.
- Tiempo hace, cuado joven fui, prisionero de Malek il' kan estuve.- dijo Gen An Ni. El rostro de Bernardo palideció. Roberto y Luis torcieron el gesto, consternados.
- Cuando Gen An Ni desapareció- dijo Gren Maj Nu- Nuestra raza condenada estaba, en cabeza vimos.
- Golpes recibí, pócimas a beber me obligaban, terribles visiones tuve. Horror mi corazón llenó. Mis huesos rompieron, suciedad comer me hicieron.- Las manos de Gen An Ni temblaban mientras hablaban. - Ellos, Malek il' kan, dioses oscuros honran. Rituales de Malek il' kan sangrientos son, de otros mundos esclavos traen. En mar víctimas arrojan. Sus carnes a cortar me obligaron. Huesos rompí, ojos corté. Mano de brujo Malek il' kan me obligó. Sus gritos en noche oigo.
- Gen An Ni, para.- dijo Gren Maj Nu, con un tono suave, como si intentara proteger a su líder religioso de sus horrendos recuerdos.
- ¡No! Ellos saber deben- replicó el sacerdote.- Kodo il' kan a Malek il' kan temen. Deseos de esos pueblos, mismos son. A mi pueblo esclavizar desean. Que nosostros para ellos cultivemos buscan. - Las lágrimas asomaron por los ojos del sacerdote.
- Gen An Ni, para. Por favor, a descansar ve. Yo a muchachos contando seguiré.- dijo Gren Maj Nu, en el mismo tono.
- Cuenta, mas aquí permanezco- dijo el sacerdote recobrando la calma.
- Niños Kodo il' kan- intervino Bernardo- ¿Por qué pelean?
- Kodo il' kan obligan.- respondió uno de los soldados.
- ¿Ustedes qué hacen con ellos?- preguntó Luis. Los soldados lo miraron confundidos.
- ¿Con ellos qué hacen? ¿Cuando niños Kodo il' kan atrapan, qué destino tienen?- replanteó Bernardo.
- Con nosotros libres viven.- respondió Gren Maj Nu.
- Niña miren- señaló un soldado- Ella Kodo il' kan es.
- Algunos de pueblo escapan- dijo otro soldado.- Poco tiempo regresan.
- Los que a territorio Kodo il' kan vuelven, muerte encuentran.- Gren Maj Nu hablaba con firmeza, pero se podía percibir temor, perturbación en su voz.- Kodo il' kan crueles son. Niños que vuelven, sus hermanos colgados encuentran, medio desollados o en un poste, de una oreja, clavados los ven, a orillas de río Melomba.- los muchachos miraron al líder militar de los Mek ii chan atónitos, se miraban unos a otros dejando ver en sus miradas incredulidad, pero también indignación
- ¿Y los otros?- inquirió Gerardo, tímidamente.- Los Malek il' kan ¿también a los niños hacen pelear?
- No- respondió Gen An Ni, secamente.- Malek il' kan mujeres no tienen, niños no tienen.
- Imposible es, Gen An Ni.- dijo Bernardo.
- Imposible parece, posible es.-
- Los Kodo il' kan que aquí quedan. ¿Ustedes obligan?
- ¡No!- replicó Gren Maj Nu- Ellos aquí quedan, pues su deseo es. Nosotros, Mek ii chan voluntad respetamos.
Gren
Maj Nu continuó la charla contando
a los muchachos acerca de las costumbres de los Mek ii chan y como
llamaban a las cosas. Les contó que a las armas en forma de efe
mayúscula las llamaban razif;
a su vez, las que tenían forma de horquilla dispareja les llamaban
mune.
Otra de las armas propias de ese pueblo era llamada equira
y tenía forma de diapasón, de metro y medio de largo.
Gren
Maj Nu hizo una pausa para continuar comiendo y miró hacia Gen An
Ni, como auscultándolo. Cuando notó que el sacerdote estaba más
tranquilo, le explicó a los muchachos que las grandes bestias de
presa que los Malek il' kan usaban para la guerra no existían en
Meldonam, venían con ellos. Los Mek ii chan los llamaban curendas.
A las aves del terror les decían crerutes
y las monturas que usaban los Kodo il' kan, les decían eslepner.
Bernardo
asistía atentamente a las palabras del líder guerrero sin dejar de
comer. De pronto miró a un lado. Roberto, Homero y Gerardo estaban
platicando con un grupo de chicas, tres de ellas rodeaban a Gerardo,
quien sonrojado y sonriente trataba de entenderse con ellas. Homero,
recargado sobre un muro, se mostraba confidente y despreocupado, su
mano derecha jugueteaba discretamente con la mano de la chica que hablaba
con él.
Las
mujeres Mek ii chan eran muy lindas, de tez morena clara y ojos
marrones, largos y negrísimos cabellos. Los rasgos de aquellas
mujeres eran suaves, armoniosos. No era ninguna sorpresa que aquellos tres
pícaros cayeran rápidamente bajo su encanto. Había otro grupo de
muchachas detrás de la mesa ante la que Bernardo estaba sentado, que
constantemente dirigían su mirada hacia él, Luis y José. De pronto
se levantaron, ansiosas por hablar con ellos, pero la
mirada severa de Gren Maj Nu las disuadió.
Los
muchachos, henchidos de comida y bebida notaron que atardecía y
sintieron que era hora de volver. Cortésmente agradecieron la comida
y el recibimiento a sus anfitriones y estos se ofrecieron a
acompañarlos a la ceiba donde estaba el agujero de gusano. Subieron
a un carro tirado por merecos y se despidieron de los Mek ii chan
sonriendo y agitando las manos. Los Mek ii chan se despidieron de la
misma manera, se les veía inmensamente felices.
- Cuidado tener debes, allá en tu mundo, Brenaro.- dijo Gen An Ni una vez que llegaron a la ceiba.- Malek il' kan a tu mundo saben llegar. Estos cascabeles suyos eran, recuerda.
- Alerta estaremos, Gen An Ni. Mil gracias.
- Sí, gracias por todo.- dijo Luis.
- ¡Adiós! ¡Gracias!- dijo Gerardo alegremente antes de cruzar. Roberto, Homero y Luis agradecieron de la misma manera.
El
último en atravesar el agujero de gusano fue Bernardo, pues se quedó
mirando como Gen An Ni y Gren Maj Nu se alejaban a gran velocidad en
el carro.
- Gerardo- dijo Bernardo apenas llegó a La Tierra.- Quiero pedirte un favor. Tú que vives cerca, checa el árbol todo los días, cada dos o tres horas. Si se mueve, me llamas inmediatamente.
- ¿Para qué?- Gerardo se incomodó un poco ante aquella solicitud que se asemejaba más a una orden.
- Para saber cuándo se mueve el agujero de gusano y a dónde va. Sospecho que sigue un patrón.- dijo mirando al tubo de pvc.
- No digas mamadas, loco. - se quejó Homero.- Lo que hay que hacer es ir mañana otra vez a ver a las chavas.
- Tienes toda la razón, Balín- concordó Gerardo sonriente y haciendo chocar su palma derecha con la de Homero.
- ¿Ahora sí quieren regresar, verdad, perros?- Bernardo habló con una mezcla de reproche y complicidad.
- ¡A huevo!- respondieron´Homero y Roberto riendo.
- Simón. No te hagas güey, pinche loco.- intervino Luis.- También a ti te estaban echando el lente las morritas.
- Sí, pero yo solo tengo ojos para Irina.- respondió muy serio.
- ¡Ay, ella!- se burló Luis.
- Bueno, pues, loco.- dijo Gerardo apoyando su mano en el hombro de Bernardo.- Ahí voy a estar checando la ceiba.
Aunque
era aun temprano, los muchachos corrieron a sus casas para prepararse
e irse a la escuela. Al día siguiente, Roberto llegó a la escuela
con un mapa del municipio en el que estaban marcadas las ubicaciones
donde había estado el agujero de gusano, al que pefririó llamar
“portal”.
- ¿Por qué portal?- preguntó Bernardo un poco molesto por el cambio.
- ¡Porque eso es!- respondió Roberto.- Además es más corto, me da güeva decirle agujero de gusano.
- Me das miedo- intervino Luis.
- ¿Ya ves? Además se presta a albur.
Los
argumentos de Roberto convencieron a Bernardo que indicó con una
seña a Roberto que continuara su explicación. Roberto les explicó,
transportador en mano, que el portal se había movido primero del
sureste, aproximadamente veinte grados al noroeste unos cuatro
kilómetros y medio. Posteriormente el portal se movió quince grados
en dirección sureste, poco más de tres kilómetros y finalmente,
cinco grados al norte, unos dos kilómetros. El próximo punto, si
Bernardo tenía razón, sería al sur de la ciudad, pero era
imposible saber cuántos grados y a qué distancia.
- Lo que más me preocupa es saber donde va a dar el portal de aquel lado.- dijo Homero.
- Sí, no sea que vayamos a dar a territorio enemigo.- señaló Bernardo.
- ¡No, vejiga! ¡Que quede más cerca de las chavas!- dijo riéndose y chocando sus palmas con las de Roberto y Gerardo.
Más
tarde, durante la clase de historia, Bernardo trazó un mapa
hipotético de Meldonam en el que marcó las ubicaciones conocidas
del portal. Al parecer, como explicó después a sus amigos, no había
un patrón, excepto que el portal se movía al poniente en Meldonam
cuando en La tierra se movía al sureste. El porta se movía al
oriente cuando en La Tierra se movía al noroeste.
Roberto,
por su parte, marcó las próximas posibles ubicaciones del portal
con un margen de distancia de tres a cinco kilómetros al sureste de
la última posición, entre cinco y veinte grados, en el supuesto que
el portal volviera a moverse siguiendo ese patrón aparente.
A
lo largo del día, Bernardo estaba pendiente del cascabel, ansioso
porque volviera a sonar, pensaba que los Malek il' kan estaban
sedientos de venganza y los Mek ii chan necesitarían luchar con más
fuerza para repelerlos de su territorio.
El
día viernes, Gerardo estuvo pendiente del tubo, que se movió
exactamente a las once cuarenta de la mañana, el muchacho lo
persiguió trantando de que la gente no notara semejante anomalía.
Por suerte para él, el ciudadano promedio no se preocupaba demasiado
por los asuntos de los demás, de manera que lo vieron pasar sin
prestarle atención. En cuanto el tuvo cesó su movimiento, Gerardo
buscó jadeante un teléfono público, para llamar a Bernardo, quien
esperaba ansiosamente la llamada y le dio la instrucción de
esperarlo en el lugar y que no entrara solo por ningún motivo.
Ni
tardo, ni perezoso, Bernardo llamó a Luis y le informá la
situación. Le pidió a su amigo que llamara a Homero y que buscara a
Roberto, él iría a buscar a José. El portal se había detenido
cerca de las instalaciones de la feria, en una ceiba que era famosa
porque algunas décadas atrás esa ceiba marcaba el límite de la
ciudad.
1 comentario:
El cascabelito en realidad es una pipa con mariguana y en el rio comen hongos alucinógenos, POR ESO VEN TODO ESO. (Demasiadas creepypastas por hoy).
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