lunes, 29 de abril de 2013

Siguiente fragmento de "La calma antes de la tormenta"

Amigos lectores, les dejo otra porción de este capítulo de "Detrás de las ceibas" esperando que lo disfruten y esperen la siguiente parte. Dejo un saludo especial a don Rigoberto Vargas y a Zedetnik.

Un ruido repentino los puso alerta. Bernardo salió del agua y se dirigió a la rama donde había colgado su mochila, sacó su pantalón y de uno de los bolsillos extrajo el cascabel que Gen An Ni le había dado. Estaba tintineando insistentemente. Bernardo miró a sus amigos, que habían salido del agua y estaban detrás de él. Se miraron unos a otros, sin saber qué decir ni qué hacer.
  • Nos están llamando- dijo Roberto.
  • Ya se están armando los chingadazos otra vez.- dijo Gerardo.
  • No oigo tambores, como aquella vez.- dijo Homero
  • Yo tampoco- corroboró Luis.
  • ¿Vamos?- la voz de Gerardo tenía un tono extraño, mezcla de incertidumbre y curiosidad.
  • Y si vamos, ¿qué tal que se mueve otra vez el portal?- preguntó Luis.
  • Buscamos el tubo.- dijo Roberto mientras exprimía su ropa interior.
  • ¿En dónde?- replicó Homero.- ¿Por toda la pinche selva, como la otra vez?
  • Si acaso se mueve, al menos los Mek ii chan nos pueden ayudar a buscarla.- apuntó Bernardo.- No tenemos nada qué temer.- Luis y Homero lo miraron con desconfianza, Bernardo podía adivinar que preguntarían “¿seguro?”.- ¡Seguro que sí!- exclamó efusivamente- ¡Venga! Los Mek ii chan son buena onda.

Homero y Luis se encogieron de hombros y los demás no se opusieron a acompañar a Bernardo con los Mek ii chan. Se vistieron y se dirigieron hacia la fortaleza, entre los altos y frondosos árboles podían distinguir la punta de la pirámide. Iban con cuidado, temiendo activar trampas, pero notaron que del lado oriental de la fortaleza, no había ninguna.

En el camino, a pocos metros de una atalaya, Bernardo se detuvo y dijo:

  • Quiero decirles una cosa.- Se aseguró de tener la atención de los demás y prosiguió en un tono muy serio- Recuerden lo que dice el dicho: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”.- Homero miró a Gerardo con un gesto de extrañamiento, que también se había dibujado en los rostros de Gerardo y Roberto, este último se pasó el dedo por la sien y Gerardo susurró:
  • Se le botó la canica, ya.- Bernardo ya se había dado la vuelta y sus amigos reían por lo bajo. Casi de inmediato fueron reconocidos por el vigía, que gritó emocionado desde lo alto:
  • ¡Salve, Brenaro! ¡Salve amigos! ¡Puerta abran!- Una parte de las murallas se hundió en el suelo, como había ocurrido anteriormente. Otros soldados esperaban sonrientes mientras Bernardo y sus amigos entraban a la fortaleza. Una vez dentro se escucharon silbidos y vítores, varios soldados se acercaron a los muchachos les tomaban las manos o les daban palmadas en la espalda.
  • ¡Salve, José!- se escuchaba por un lado.- ¡Salve, Luis!- se escuchaba por otro. Gren Maj Nu no tardó en llegar a la escena, un carro tirado por merecos llegó pocos segundos después.
  • ¡Salve amigos!- el rostro de Gren Maj Nu mostraba una gran sonrisa, un gesto muy distinto al que había mostrado el día anterior. - Pronto llegan. Suban- ordenó el guerrero señalando el carro. - Gran fiesta para ustedes hay.
Los muchachos se miraron sonrientes y sorprendidos, habían pensado que se trataba de una llamada para defender la fortaleza de otro ataque, como el del día anterior. En cambio, el júbilo reinaba en la fortaleza, algo impensable para un pueblo que estaba bajo en constante asedio de dos poderosos y crueles enemigos.
El carro que llevaba a los muchachos salió por el lado sur de la fortaleza, allí la jungla era sumamente espesa, sin embargo había un camino escondido entre las lianas y las hojas. Pronto llegaron a una población protegida por una muralla de un espesor aproximado de dos metros y medio y de una altura de casi tres metros. La calle principal del poblado era amplia, sin aceras. Todas las casas tenían el mismo tamaño, eran de dos plantas, de fachadas sencillas, sin adornos, excepto por algunas macetas con plantas en algunas casas. En otras casas, por un lado de las puertas, tenían jaulas con aves y otros animales, que los chicos no alcanzaron a ver bien debido a la velocidad con la que se desplazaba el carro.

Hacia lo que parecía el centro del poblado, había una construcción de piedra, una pirámide trunca, enmarcada por jardineras. Gen An Ni los esperaba alli, junto con varias personas más que afanosamente iban de un lado a otro, colocando mesas, llevando platos. Luis vio dos grandes tambores y a otras personas que portaban flautas de diferente tamaño.
Del lado contrario, Gerardo vio a hombres que portaban instrumentos semejantes a guitarras. Todos miraron a una hoguera en la que se estaban asando las canales de animales del tamaño de una oveja.

El inesperado recibimiento fue sobrecogedor. La gente los miraba y sonreía, a pesar de que nunca los habían visto, parecían saber quienes eran y podían sentir gratitud de parte de esas personas. Una campana sonó en alguna parte del poblado y la gente empezó a salir de sus casas y se dirigió hacia el lugar a donde condujeron a los muchachos. Entre la multitud que los miraba emocionados, Ájax se abría paso y frotó su cabeza en el vientre Bernardo una vez que descendió del carro.

  • ¡Hola Áyax!- dijo Bernardo riendo mientras acariciaba las orejas de su amigo cuadrúpedo.
  • ¡Salve!- dijo Gen An Ni al acercarse.- Pronto llegan. Que tardaran esperaba.
  • Ya estábamos aquí- dijo Homero.
  • Gen An Ni, en poza nadamos- informó Bernardo.
  • ¿En oriente de fortaleza estaban?- Gen An Ni sonrió. - Vengan

El líder de los Mek ii chan subió la escalinata de la pirámide trunca junto con los muchachos y elevó su bastón de mando, un silencio sepulcral se apoderó de la escena. Todos cesaron su actividad y miraron hacia la pirámide atentamente. Gen An Ni presentó uno por uno a los invitados, narrando brevemente su actuación en el combate del día anterior. Casi todos conocían a grandes rasgos la historia, incluyendo la hazaña del muchacho que logró montar a un mereco, orgullosa especie que no se deja montar.

La gente los miraba atónitos, pues aun les costaba creer que un puñado de niños hubiera causado tanto daño a sus enemigos. Un grupo de soldados llegó al lugar silbando y gritando los nombres de los muchachos. Entre ellos iba Gren Maj Nu. La incredulidad y la euforia se mezclaron y pronto la música comenzó a sonar. Gen An Ni condujo a los muchachos a una de las mesas y se sentó con ellos, Gren Maj Nu los acompañó un par de minutos después y Áyax se echó detrás de Bernardo.
Los muchachos estaban sentados sobre unos troncos de un árbol muy bien tallados, eran realmente cómodos. A su alrededor la gente continuaba con sus tareas y pronto sirvieron alimentos y bebidas. El olor en el ambiente causó que los muchachos comenzaran a salivar. A pesar de que habían comido fruta en abundancia, el delicioso aroma de la comida les abrió el apetito de inmediato.
La comida no tardó en llegar, en platos de madera les sirvieron grandes porciones de la carne de los animales que vieron asándose, junto con un elote y un hongo grande. En otro plato les dieron una mezcla de hojas cocidas, que parecían acelgas y también algo semejante a los espárragos. Finalmente les sirvieron una bebida hecha con varias frutas y colocaron un plato con varias rebanadas redondas de algo que no identificaron en un principio.

  • Hongo es.- señaló Gen An Ni. - Con él, comida acompañamos.
  • Vean- dijo Gren Maj Nu mientras tomaba una rebanada del hongo. La usó a manera de una tortilla, colocándole comida dentro.
  • ¡Ah!- dijeron todos.- Ya entendí.
  • Muchas gracias, Gen An Ni.- dijo Bernardo y comenzaron a comer. Otros soldados y sus mujeres se sentaron cerca.- Gen An Ni,¿por qué Meldonam a lugar llaman? ¿Mek ii chan, qué significa?
  • Hacia norte poniente mira.- señaló el sacerdote.- Gran muralla de piedra hay. Tras ella que hay no conocemos. Primeros Mek ii chan, Meldonam llamaron. Mundo hundido significa. Así llamaron, pues tierra que pisaron hundida estaba.
  • ¿Por qué están en guerra?- inquirió Homero. Los soldados y sus mujeres rieron.
  • ¡De revés habla!- dijo uno de ellos.

Gen An Ni miró a Gren Maj Nu y comenzó a narrarles la historia del origen de los Mek ii chan.

Los hombres y mujeres que llegaron al mundo hundido tenían un lenguaje sagrado, que usaban para comunicarse con sus dioses. Ellos les dijeron que su mundo original iba a morir y que debían dejar sus ciudades y refugiarse en la selva. Tuma Coy, un guerrero, atraído por un árbol hueco, lo atravesó y llegó a un mundo nuevo. Llamó a la gente de su pueblo, aun en éxodo. Los sacerdotes mayores lo insultaron y lo apredrearon, pues creyeron que estaba blasfemando contra los dioses. Sin embargo, muchos creyeron en él, incluyendo sacerdotes menores, y abandonaron a su pueblo para irse con él.

Miles atravesaron el hueco del gran árbol y entre todos construyeron una pirámide, mucho mayor a las que habían construído grandes señores en épocas pasadas. Esperaban con ello comunicarse con sus dioses otra vez. Pero pronto vieron que otras estrellas los miraban desde el cielo, los días eran más cortos y dos lunas gobernaban las noches. Sus dioses ya no los escucharon más. Quisieron volver, pero jamás encontraron de nuevo el hueco del gran árbol.

Con el tiempo, aprendieron a vivir bajo las estrellas que los miraban desde lo alto y el nuevo sol. Se dieron cuenta que en ese nuevo mundo eran felices, entendieron que todos los hombres y mujeres valían lo mismo, así fueran guerreros o sacerdotes. Por eso se llamaron a sí mismos Mek ii chan, que en el antiguo lenguaje significa “los que son iguales”.

Cultivaron la tierra y el maíz creció, pero hallaron nuevos frutos y grandes hongos. Grandes bestias habitaban en el mundo hundido y pronto aprendieron los hombres a convivir con algunos y criar a otros, que les sirvieron para ir de un lado a otro o como alimento.

Muchas generaciones más tarde, aparecieron hombres de pecho brillante y rostros velludos. Hablaban un lenguaje extraño, pero de hermoso sonido. Aunque eran guerreros, en Meldonam hallaron la paz. La forma de vivir de los Mek ii chan les agradó y vivieron entre ellos. Los Mek ii chan adoptaron el melodioso lenguaje de los hombres de pecho brillante y dejaron su antiguo lenguaje, su idioma sagrado, solo para nombrar a las personas, a los animales, a las plantas y a los lugares.

Del mar llegó una raza de hombres, grandes guerreros. Los Mek ii chan los llamaron Erio il' kan: “hombres del mar”. Hubo un gran combate entre ellos y los Mek ii chan fueron derrotados, mas no conquistados. Ambos pueblos se hicieron aliados pues compartían el respeto por la vida, la voluntad de cada persona, así como la igualdad entre los hombres y mujeres de todas las razas.

Los Erio il' kan heredaron el lenguaje y los productos de la tierra de los Mek ii chan. A cambio, los guerreros les enseñaron a usar sus armas y a vivir del mar. Ambos pueblos acordaron intercambiar sus territorios cada veinte generaciones.

Cuando los Mek ii chan regresaron a sus tierras, los Erio il' kan se habían abierto paso entre la espesa jungla al noreste del río Melomba. Hallaron las ruinas de una ciudad maldita, con templos dedicados a oscuros dioses, cuyos ritos eran letales. Llenos de horror, los Erio il' kan amurallaron las ruinas y advirtieron a los Mek ii chan que nunca se aventuraran en esa zona.
A los pocos años, aparecieron unos hombres de hosco lenguaje en la región noroccidental, los Mek ii chan los llamaron Kodo il' kan, que significa “los perdidos”. Los Kodo il' kan los agredían constantemente, pero eran repelidos con relativa facilidad. Eran una molestia menor y los Mek ii chan toleraban su presencia en la región noroccidental de su territorio, más alla del río Melomba. Sin embargo, un día destruyeron la muralla que los separaba de la antigua ciudad en ruinas, en donde los Mek ii chan no se atrevían a entrar.

Como consecuencia de la destrucción de las murallas, un grupo de feroces guerreros hizo su aparición en Meldonam. Los Mek ii chan los llamaron Malek il' kan, que significa “los hechizados”, pues luchaban como si se hallaran bajo el influjo de un maligno hechizo. Sin piedad, ese nuevo grupo lanzó una ofensiva por sorpresa sobre los antiguos dueños de Meldonam, que derivo en una cruenta batalla. Tras sufrir numerosas bajas, los Mek ii chan pudieron rechazar a los invasores.

La alianza entre los Kodo il' kan y los Malek il' kan causó que en poco tiempo los Mek ii chan pasaran de luchar por mantener su territorio, a luchar por defender sus vidas. Trabajaron día y noche para fortificarse y así proteger el poblado y las plantaciones del sur. Al oeste de su fortaleza, los Kodo il' kan se hicieron con el control de la mina de hierro. Con ello, el balance de la lucha se inclinó a favor de los enemigos de los Mek ii chan.

Muchas generaciones han pasado desde que se inció la guerra y la población que originalmente ocupaba todo Meldonam resultó seriamente diezmada. Horrendas criaturas asolan las praderas y las junglas de Meldonam, los Mek ii chan temen salir de su poblado, de sus plantaciones por temor a ser devorados por horrendos monstruos o terminar capturados por los Malek il' kan.

La narración de Gen An Ni cautivó la atención de sus invitados, llenándolos de asombro. La parte más complicada de la batalla del día anterior fue matar a las bestias que los Malek il' kan llevaron a la batalla y pensar que había más de ellos les causó escalofrío.

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