- ¿Qué pasó?- inquirió Roberto, jadeando.
- Son cuatro ahora- respondió Homero, jadeando también- en lugar de seis.
- ¿Y eso qué?- cuestionó Roberto.
- ¿Cómo que y qué?- gruño Homero- los otros tus padres fueron por más banda.
- Chingada madre- gruñó Bernardo mientras caían más venablos sobre las ramas.
- ¡Una hermana!- gritó Gerardo cuando un venablo pasó cerca de su brazo.
- ¡Joder!- gruñó Bernardo- Tenemos que salir de aquí sin bajar del árbol.
- ¿Por dónde?- preguntó Gerardo.
- ¡Ah!- suspiró Bernardo con satisfacción- Esa rama va a dar a aquel árbol de allá.- Señaló el muchacho mientras un par de venablos zumbaron en el árbol- Vamos rápido y con cuidado.
- ¿Ya viste, negro?- preguntó Roberto- Con cuidado, no vayas a romper la rama.- Luis solo le respondió con una seña obscena.
Uno a uno pasaron a la copa de otro árbol, uno más alto que les permitió observar mejor el terreno y estar a salvo de los venablos.
- Miren- señaló Bernardo.- Allá está el árbol por el que entramos y por allá es por donde nos estaba llevando el muerto.
- ¿Vamos a irnos de árbol en árbol hasta allá?- preguntó Luis un tanto contrariado.
- Claro que no, baboso. Ahorita averigüamos por dónde vamos a llegar.
- Lo primero es quitarnos de encima a estos putos- dijo Homero refiriéndose a los ballesteros, quienes habían dejado de disparar y se limitaban a gritar en su extraño idioma.
- ¿Cómo le hacemos?- preguntó Gerardo.
- En esas estoy- respondió Homero examinando sus alrededores.
Tras esperar un par de minutos, Homero encontró un racimo de frutas parecidas a los cocos. Trepando por unas lianas pudo alcanzarlas y examinarlas, eran perfectamente esféricas, del tamaño de un puño y más duras que un coco. Los cortó uno a uno y se las lanzó a sus amigos.
- Vamos a lanzarles estas madres a la cabeza.
- Loco, ¿por dónde crees que podremos regresar?- preguntó Roberto mientras lanzaban las frutas.
- No sé, lo ideal es que nos perdamos por allá donde nos llevaste hace rato, donde había una pendiente. Nos va a costar, pero al menos ellos no podrán seguirnos tan fácil.
- ¿Y para regresar a la ciudad?- insistió Roberto
- Déjame ver- dijo mientras Luis y Gerardo conseguían más frutas.- Muerto, ¿para dónde giran los planetas? ¿A la derecha o la izquierda?
- A la derecha
- Entonces, si este es otro planeta, quizás atravesamos una especie de agujero de gusano que conecta a los dos planetas.
- ¿Qué dices?- cuestionó Roberto inquieto.
- Puede ser que el agujero de gusano ya no esté y ya valimos- continuó Bernardo sin hacer caso a la pregunta de Roberto ni a la incipiente lluvia que caía. – Si por el contrario, el agujero persiste en el mismo punto o franja del universo, entonces, los puntos en los que se conectan los planetas cambiaron debido a los movimientos de rotación y traslación.
- Estás diciendo puras pendejadas. Estás bien loco, cabrón- señaló Roberto irritado.
- ¡No! Estoy en lo correcto, lo único que tenemos que hacer es ir hacia donde está la pendiente y buscar a tientas la salida. – gritó apresurado.
- Pero tiene que ser ya- señaló Luis- por allá se está dejando venir una razota.
Lo que decía el muchacho era cierto, a unos
- Vamos de árbol en árbol de volada porque todavía quedan esos dos.- señaló Gerardo.
- ¡Putos!- gritó Bernardo al ballestero grande y al tipo del látigo, los otros habían sido abatidos por las frutas que les lanzaron.
2 comentarios:
Pasé a saludar pero no leí nada.
Sigo en huelga.
Hello Ben!!
Que buena onda que te díste una vueltita por mí changarro!
Pues sí, por fin me decidí y hay la llevo poco a poquito. Por aquí te voy a dar lata seguido!
Saludos desde Shihuahua!!
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