martes, 1 de septiembre de 2009

Escape por los pelos. Capítulo 11 de mi novela. (fragmento 1)

Saludos, saludos a todos los que rondan por estos lugares.

Hoy les traigo otro capítulo de mi novela en donde los protagonistas son morros y caen por primera vez en esa extraña tierra salvaje.

Pero antes, les traigo las respuestas a los comentarios de la sesión anterior.

MnS:
Sí, en una miniuniversidad que imparte agronomía los fines de semana (por extraño que pueda parecer) Y entre semana doy clases en prepa.

No tengo que preocuparme por eso porque los estudiantes de nivel superior son mayores que yo :P y en prepa no son morritas de 15 o 16 años, ya son mayores de edad y como que ya razonan más, pero gracias por el consejo y por lo buenos deseos.

mayito:
Ahí reside la diferencia. Tú eres instructor y yo cogesor. Además no es maltrato, no leíste bien, verdad? Es una forma digna de ejercer la docencia.

Ya te quiero ver cuando seas R3, jeje

Ministry:
No dudo que lo harás bien. Muchas gracias.

Malbicho:
No lo había visto de esa manera, no me siento tan importante aun. Pero haremos lo posible por contribuir como se debe a la formación de estos muchachos. Muchas gracias por la buena fe.

Educavent:
Como le dije a MnS: en bachillerato y en universidad. jeje. Ya que lo mencionas, también encomendaré a mis alumnos a que lleguen a buscarme a mi casa y antes de que lleguen me voy a poner bien ebrio y me voy a enojar con ellos solo por eso, jeje.

Zed:
Yo también.

PaHeSol
Te equivocas, apresuras tu desición. Describí la manera más digna, decente y eficaz de ejercer la docencia, no te das cuenta? En todo caso, decide no ser mi alumna, pero no te preocupes, si todo sale bien, para cuando tu empieces la universidad yo voy a seguir trabado en el doctorado, no te preocupes.

PerroZombie:
No, hermano, te equivocas. Yo así lo decidí desde hace mucho. Simplemente no esperaba empezar la docencia tan pronto, pero en esas estamos y a gusto.
Si acaso llego a enterarme de que tengo un sobrenombre o que mis alumnos no están conformes con mi actuación como docente no es karma, es que en serio estoy mal, y eso se puede usar para mejorar. El apodo como sea lo puedes esperar, eso no me preocupa.
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Ahora los dejo con el primer fragmento de

Escape por los pelos.

Escondidos detrás de unos matorrales lo muchachos espiaban con sumo cuidado tratando de ubicar a sus persecutores. Luego de varios minutos se sintieron a medias seguros pues los atacantes no aparecían. Roberto intentó ponerse de pie, pero Homero lo contuvo y con una seña le indicó que no hiciera ruido. Segundos más tarde aparecieron unos hombres enmascarados portando ballestas. Eran seis hombres y los muchachos esperaron atentos mientras sus persecutores trataban de rastrearlos. Homero y Luis trataban de establecer una ruta de escape, pero los ballesteros se adelantaron, rápidamente detectaron sus huellas y rodearon el matorral, antes de que se dieran cuenta ya les estaban apuntando. Los muchachos se levantaron lentamente con las manos en alto. El más alto y robusto de los ballesteros habló con voz ronca en un idioma desconocido, señaló a Roberto y comentó algo a los otros y se rieron, luego se acercó a Roberto y lo abofeteó. Aunque Roberto alcanzó a cubrirse el rostro, su cuerpo delgado no resistió el empuje de aquel hombretón y cayó al suelo.

- ¡Roberto!- gritó Bernardo, tratando de acercarse.

- ¡Hijo de la chingada!- gruñó Luis conteniendo su deseo de abalanzarse sobre el tipo.

Los demás hombres continuaron apuntando y amenazando a los muchachos en su idioma. Uno de esos hombres dejó de lado su ballesta y tomó un látigo, haciéndolo tronar en el aire y luego moviéndolo sobre el suelo. Los muchachos se quedaron quietos y Roberto seguía en el suelo, la caída le había dolido mucho, lo mismo que el manotazo sobre su antebrazo. Bernardo apretaba los dientes y no le quitaba de encima la fiera mirada al tipo del látigo. Gerardo miraba atentamente a los ballesteros en espera de poder atacar o escapar. Luis miraba furioso al hombre que atacó a Roberto y Homero volvía la vista a todos lados.

El hombretón volvió a hablar causando la risa de los demás ballesteros. El ataque sobre Roberto se repitió con una patada al rostro que el muchacho esquivó, causando la risa de ballestero, tras su estruendosa risotada, se quitó la máscara y lo mismo hicieron los otros. Luis comenzó a reír por lo bajo, provocando el enojo de los ballesteros, quienes le apuntaron sus armas y le hablaron en su extraño lenguaje en un tono amenazador. Los muchachos voltearon hacia otro lado tapándose la nariz, pues sabían que esa risa de su amigo era una señal inequívoca de que una pestilente flatulencia se había escapado de su oscuro y robusto cuerpo.

- ¡Machán! ¡Machán!- gritaron los ballesteros.

- ¡Uxba lalé!- exclamó el del látigo.

- Tírate otro, negro- dijo Gerardo y un segundo pedo, aun más apestoso que el anterior salió despedido del mismo lugar.

- ¡Machán vadé!- exclamaron los ballesteros.

- Ibican dos- dijo el más grande y todos intentaron a colocarse las máscaras con desesperación.

Ese mínimo instante de distracción fue aprovechado por los muchachos para escapar velozmente, corriendo en fila hacia donde el pasto se hacía más alto y espeso. Los ballesteros los seguían de cerca y dispararon varias veces pero fallaron.

Poco a poco los muchachos ganaron espacio, pero no podían quitarse de encima a sus persecutores. De pronto, Roberto se dolió de las costillas causando la desaceleración de su huída.

- ¿Tas bien, muerto?- preguntó Luis.

- Me duele el costado, pero puedo seguir. ¡Vamos!- gruñó.

Los muchachos continuaron corriendo fustigados por más venablos pasando cerca de sus cabezas, poco a poco la altura y la espesura disminuían hasta que el pastizal se acabó y el terreno continuó en un extenso llano pedregoso, con pasto bajo y vegetación arbustiva escasa. El panorama no era alentador y en el camino, mientras corrían, Luis y Homero tomaron piedras del suelo y se las lanzaron a los ballesteros en cuanto los tuvieron a la vista. Los muchachos seguían corriendo, corrían en zigzag, de manera que los venablos se estrellaban en montículos de piedra o en los arbustos.

Homero y Luis volvieron a tomar piedras y a lanzarlas. Una de las piedras se estrelló en una de las ballestas, destruyendo su mecanismo de disparo, otra piedra se estrelló en la máscara de otro de los ballesteros, rajándola y aturdiendo al tipo. Una tercera piedra golpeó en el hombro de otro ballestero. Los tres impactos entorpecieron la cacería de los muchachos, con un ballestero incapaz de apuntar por el aturdimiento, otro incapaz de sostener su arma por el dolor en el hombro y una ballesta inservible disminuía la posibilidad de abatir a los muchachos a distancia. Los ballesteros se esforzaron por correr más rápido mientras los muchachos se acercaban a la arboleda de donde habían salido. La velocidad con la que escapan disminuía a medida que la arboleda se hacía más espesa. Antes de que estuvieran de nuevo al alcance de los ballesteros, se subieron a un árbol alto de copa espesa y se escondieron ahí. Sin embargo los ballesteros los vieron y comenzaron a disparar mientras los chicos trepaban.


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