martes, 18 de agosto de 2009

Lluvia, Selva y Humedad (capítulo 4 de mi novela. Frag. 4)

Damas y caballeros, paso rápidamente a entregarles el último fragmento del capítulo 4 de mi novela, cuyo nombre aun no quiero revelar, jeje.

Afortunadamente ya tengo un trabajito y eso me va a tenera algo ocupado, pero no por completo desapegado de este blog ni de los blogs amigos de este blog, jeje. Por lo pronto los dejo con el fragmento. Muchas gracias por leerlo, les deseo que estén muuuy a todísima madre.


Lluvia, Selva y Humedad (fragmento 4)

Los jóvenes se miraron con nerviosismo, entendiendo todos que estaban dentro de la propiedad de alguien. Tras unos segundos de silencio, un ruido los llevaría a corroborar sus sospechas. Cuando identificaron el ruido, voltearon en dirección a donde provenía y vieron a un grupo de perrazos gruñéndoles y ladrándoles y los muchachos huyeron sin premeditación alguna cuando los perros se empezaron a acercar. Todos los detalles del ambiente se perdieron por completo de la percepción de los jóvenes y de igual manera la sensación de haber estado ahí con anterioridad, todo por ser perseguidos por entre doce y quince feroces perros. Los bestiales canes estaban cada vez más cerca y la persecución tomó cerca de 10 minutos, que parecieron 20 horas. En determinado momento, los jóvenes se toparon con un árbol grande de ramas relativamente bajas, que permitirían escalar hasta estar bien lejos de los perros. Los cuatro treparon sin pensarlo y en pocos segundos estuvieron fuera del alcance de las, ya bien contadas, 16 fauces que clamaban a ladridos por su sangre.

Los perros no se iban y seguían ladrando. A pesar de los varios minutos que los jóvenes llevaban sobre el árbol, los perros continuaban tenaces en su tarea de guardianes.

- Si estas bestias siguen aquí, de seguro van a venir los dueños.- dijo Bernardo.

- Quién sabe si ya oyeron a los perros, si ya vienen en camino.- dijo Roberto.

- Es cuestión de treparnos más arriba y escondernos entre las ramas para que no nos vean.- dijo Homero quitado de la pena.

- Aunque no nos vean, los perros nos van a seguir ladrando.- apuntó Luis.- Estoy casi seguro que nos van a tener aquí arriba.

En cuestión de unos segundos, las nubes se arremolinaron en el cielo con más intensidad, estaba más oscuro y se desató una lluvia torrencial sobre ellos.

- Esta lluvia.- dijo Bernardo.- La he sentido antes.

- A güevo, pendejo, allá llueve diario.- le dijo Luis, propinándole un manotazo en la parte posterior de la cabeza.- ¿qué chingados fumaste antes de venir, pinche loco? Andas muy apendejado desde que llegamos.

- Simón.- coincidió Roberto.- Tú traes algo.

- ¿Tú no la haces de pedo, Valín?- preguntó mirando con seriedad a su amigo.- Me refiero a esta lluvia, no a la lluvia de nuestra ciudad. No es igual, tiene algo distinto. No sé qué es, pero hay algo que no es igual. No puedo creer que no se convenzan, a pesar de todo.- Se hizo silencio entre los cuatro, un silencio tan grave que solo se escuchaba la lluvia caer, los perros seguían ladrando, pero el sonido estaba completamente apagado y distante. Por lógica, lo que Bernardo planteaba no podía ser, ese ambiente tan extraño y ajeno tendrían que recordarlo, si es que acaso ya habían estado ahí, pero ninguno podía, ninguno era capaz de hacer memoria y sacar a la luz recuerdo alguno de ese lugar. Ni siquiera Bernardo, quien tuvo al principio la sensación de familiaridad y continuaba teniéndola, podía recordar concretamente una fecha o un hecho en particular. De pronto todos se fijaron en el árbol en el que estaban trepados, era un ceiba. No era un símil de una ceiba, la vieron bien, habían visto suficientes ceibas en su vida para reconocer una cuando la vieran. Ese árbol era una ceiba idéntica a las que había en su mundo.

- ¡Dónde más han visto granos de café con sabor a nuez de la India y plátanos con las hojas pulposas! ¡Dónde, díganme dónde han visto que las serpientes hagan camuflaje con las plantas de sandía y las ceibas sean las mismas!- Bernardo se estaba impacientando, la lluvia aminoró y la impaciencia de Bernardo cedió el paso a una pujante nostalgia.- Díganme, ¿ninguno siente algo así como añoranza, como nostalgia?

- A decir verdad- dijo Luis mientras una espesa bruma se desplegaba sobre el suelo, los perros ya se habían ido.- Sí, siento como nostalgia, como ganas de regresar o ganas de estar en un lugar en el que estuve antes.

- ¿Homero?- Roberto tocó a su amigo al notar en él un gesto de ausencia como el que Bernardo había mostrado antes.

- Estuvimos aquí antes- dijo Homero, como hablando para sí.- Esta… esta lluvia. La selva, la humedad. Ya hemos estado aquí.- todos se miraron y casi como autómatas se bajaron del árbol. Mientras caminaban todos dijeron al unísono:

- La Cañada Antigua.-

1 comentario:

Moka Hammeken dijo...

Uhu! ¡Esto se pone bueno!

¡Saludos!

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