viernes, 14 de agosto de 2009

Lluvia, Selva y Humedad (capítulo 4 de mi novela. Frag. 2)

Hola, saben qué hoy decidí postear aunque sea viernes. Ya sé que había dicho que no iba a postear en viernes, pero he querido hacerlo hoy, qué diablos. Quiero hacer el intento por postear mañana también y el domingo. Quiero ver como jala esta madre de postear diario, jeje.

Es más, hasta me dieron ganas de contarles un chiste.

Resulta ser que estaba un tío que llega a un hotel de super lujo, pero este cuate tiene diarrea de esas diarreas mortales, en las que se defecan como 3 kilos de mierda. Al momento de ingresar al cuarto se estaba cagando y tomó una bolsa de plástico que traía a la mano y cagó en ella. Por alguna extraña razón, en lugar de tirar la bolsa al bote de la basura del baño, el tío este abrió la ventana, le dio tres vueltas a la bolsa y le aventó a la calle (seguramente era del CGH de la FMVZ UNACH), pero no se percató que la bolsa tenía un pequeño agujero y cuando se dio la vuelta el cuarto estaba completamente batido de mierda (por eso digo que seguramente era del CGH de la FMVZ UNACH) y agarra el vato y llama a un empleado del hotel que estaba en el pasillo.

- Oye, te doy 5000 varos si me dejas este cuarto como nuevo.
y el empleado se asomó a la habitación y le respondió:

- Ah, puta! Yo te doy 10000 si me enseñas a cagar volando, jajajajajaja.



En fin, por lo pronto ahora los dejo con el siguiente fragmento del capítulo cuatro de la novela. Nos vemos.

Homero pudo darse cuenta que su puño se hundía en la superficie del árbol sin que se dañara. Dejó su puño dentro unos segundos y lo retiró al sentir algo frío y húmedo. Sacó su mano y se la mostró a sus amigos, la tenía mojada.

- Vete a la gaver.- dijo Luis sorprendido a ver la mano de Homero.- Vete a la gaver, vamos a entrar, hay que sacar al fantasma.

- Pero no sabemos dónde está- dijo José.- Quién sabe si ya se lo llevó la chingada.

- Cállate, pinche bestia, no seas mamón.- refunfuñó Homero.

- Hay que entrar, hay que sacar al fantasma, es nuestro cuate.- apuntó Bernardo.

- Sí es nuestro cuate.- apoyó Roberto.

- No vamos a obligar a nadie.- dijo Bernardo ante la inseguridad de Gerardo, José y Víctor.- No podemos, pero sí necesitamos que al menos uno de ustedes se quede aquí fuera para ver si regresamos, si es que regresamos.

- ¿Quién se queda?- preguntó Homero.-

- Necesitamos que alguien se quede.- continuó Bernardo.- Miren, si se puede entrar, se puede salir y no sabemos que hay ahí, no sabemos qué riesgos podemos correr o a que nos enfrentamos. Alguno de nosotros puede regresar herido y alguno de ustedes nos puede hacer el paro.

- Yo me quedo.- dijo Gerardo con firmeza.

- Yo no me puedo quedar, yo tengo que irme mañana.- dijo José con la voz temblorosa.

- No seas culo, pinche bestia.- reclamó Homero.

- Sí, no seas puto, cabrón.- apoyó Luis.

- Yo tampoco me puedo quedar.- indicó Víctor.- Me van a putear en mi casa.

- Bueno, no hay pedo.- dijo Bernardo.- Nadie los va a obligar, pero traten de estar en contacto con Gerardo, por si acaso.- ¿Entonces te quedas, Gerardo?

- Sí, acá los espero, vayan.- dijo con presteza.

- Bueno, aguas con la tira. Vámonos, chavos.- dijo dirigiéndose a Luis, Homero y Roberto.- ¡Ahí se ven, cabrones!- dijo dirigiéndose a los demás integrantes de la manada.

Los cuatro muchachos que iban a entrar se miraron y coincidieron en lanzarse con fuerza contra el árbol. Se lanzaron uno tras otro y todos entraron a un espacio detrás de la ceiba que le mostraría inimaginables sorpresas y peligros insospechados.

Ninguno de los cuatro se atrevía a dar el primer paso en aquel espacio tan extraño. Era una selva y era de día. Todo era extraño porque parecía muy silencioso. La luz del sol se colaba en medio de unas ramas y de unas hojas y se depositaba en unos cuantos rincones. En el suelo había innumerables hojas podridas y muchas lianas, pronto vieron hormigas y mosquitos.

Había mucha humedad, la nariz de Bernardo inmediatamente la resintió, pero él no se percató o no le dio importancia. A pesar de la prisa que tenían por encontrar a su amigo, todos parecían estar embelesados con la rareza del lugar y casi resueltos a explorarlo por completo. Era una selva, los cuatro habían estado en bosques caducifolios y selvas altas, pero algo en este lugar parecía no encajar. Pronto se darían cuenta al observar a un escarabajo de color violeta y ocho patas, que no estaban en el mismo planeta. Comenzaron a caminar y encontraron una zona que no estaba cubierta de lianas ni ramas y en pocos minutos Homero se dirigió hacia un árbol, un banano, a tomar una fruta.

- Espera- le dijo Bernardo.- Mejor déjala.

- ¿Por qué?- inquirió Homero un tanto molesto.

- Mira la hoja- Luis señaló la hoja y le mostró un sistema circulatorio que no era normal en las hojas del banano, las demás hojas de los demás bananos estaban igual y además tenían una consistencia pulposa.

- ¿Por qué no la agarras y le das una mordida pequeña? Si te sientes mal, tírala y si no te la comes toda.- dijo Roberto

- ¿No me estás albureando, pendejo?- dijo Homero con escepticismo.

- No, cabrón- recriminó Roberto- tráela, sigamos caminando.

A los costados de ese grupo de árboles que parecía un platanar, los muchachos observaron helechos o más bien, plantas semejantes a helechos y algunas plantas arbustivas similares a cafetos. La nariz de Homero escurría y la de Bernardo también, pronto las de Roberto y Luis estarían en las mismas condiciones. Bernardo comenzó a tener una sensación de familiaridad con esa selva, pero la sentía muy fuera de lugar, le parecía estar equivocado.

- ¡Puta, pinche humedad!- se quejó Luis, quitándose los mocos de la nariz.- Está de la chingada.

- Creo que nunca he estado en un lugar tan húmedo.- apuntó Roberto.

- Nunca- musitó Bernardo meditabundo.- Nunca he estado en un lugar tan húmedo.- repitió Bernardo aún ausente.

- ¡N‘Tes chingando, cabrón!- exclamó Roberto empujando un brazo de Bernardo, creyendo que su amigo se burlaba de él.

Conforme caminaban los muchachos seguían notando similitudes de las plantas con las que habían visto con anterioridad, pero las diferencias en algunos detalles eran sorprendentes y por cada diferencia las encontraban más y más chocantes, por ejemplo una planta arbustiva conocida como chaya, de tallos lechosos, tenía una símil en ese mundo tan extraño pero tenía los tallos nudosos y las hojas lechosas. La fruta del símil de la guanábana no se podía comer porque la cubierta tenía espinas y la pulpa era extremadamente amarga.

7 comentarios:

Moka Hammeken dijo...

Que cosa mas extraña ¿qué seguirá? si continuan con la necedad de serguir al conejo blanco...

¡Saludos!

El Signo de La Espada dijo...

ALBRÍCIAS ALGUIEN ME PELÓ EN VIERNES!!!

JAJAJAJA

MOKA, si quieres saber lo que sucede, no dejes de estar pendiente de los demás fragmentos de este capítulo, cuando lo termines de leer, lee el que se llama búsqueda y luego el que se llama diáspora.

Pero antes de seguir, léete el que lleva por nombre Manada, jeje. Gracias, saludos

Ministry of Silly Walks dijo...

Me niego a seguir leyendo en abonos. Exijo la novela completa!

Zed dijo...

El chiste es gracioso porque es real!!

El Signo de La Espada dijo...

Vaya alguien más me peló en viernes, jajaja

Ministry, lo siento, tendrás que esperar un poco más.

Zed, mi buen, te juro que yo no fui el del chiste. jajjaja

Lordonbest dijo...

Casi me la pierdo, muy buen escrito, te felicito, requiere mucha paciencia y mucha inspiración, habrá otros capitulos verdad?, verdad que habrán otros capitulos?

El Signo de La Espada dijo...

A wilbur mi Lordon. hoy mismo postearé otro fragmento.

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