domingo, 12 de abril de 2009

Cuentos por entregas: Nueva narración ELLOS ESCUCHAN

Hola, quería esperar un poco más para hacer este post, pero qué diablos, ya me impacienté. Había mencionado que iba a postear las rolas que han musicalizado los primeros años de mi vida adulta, pero ya revisé bien mi lista y lo que toca hacer es postear un cuento nuevo. Entonces voy a postear una parte del cuento, luego el post musical de música, otro pedazo del cuento, una entrada friki, otro pedazo del cuento, quizás un pedazo de otro cuento, en lugar del mismo cuento, seguiría otro post musical de música.... ya veremos.

Por lo pronto antes de empezar con el cuento, les voy a contar un chiste:

Estos eran unos cubanos que estaba en plena discusión filosófica:


Jajajajaaja, espero les haya gustado el chistorín.

Ahora sí, el cuento que les voy a contar es un cuento Lovecraftiano que se llama:

Ellos escuchan

Agustín era un devorador de cuentos de horror, de fantasía y misterio, pasaba noches enteras viendo filmes antiguos como Nosferatu. Su computadora contenía carpetas llenas de fotos de grabados y cuadros con figuras de demonios, hadas, sílfides, basiliscos y demás criaturas fantásticas, los grabados de Gustave Doré sobre la Divina Comedia, específicamente los del infierno, eran sus favoritos. Su interés en los asuntos de lo paranormal y las historias fantásticas y de terror crecía vorazmente y pronto Agustín se documentaría ampliamente y comenzaría a escribir sus historias.

Ana María era la única que compartía con Agustín ese interés por lo oculto e intercambiaba libros con él. En cierta ocasión Agustín consiguió Las Clavículas de Salomón y El Libro de San Cipriano y los leyó con la intención de inspirarse para escribir un cuento, después le prestó los libros a su amiga Ana María, pero ella tenía intenciones de practicar lo que esos libros contenían; sin embargo, Agustín le hizo ver que esos libros tenían errores de traducción y que los libros se contradecían, así, Ana perdió el interés, pero no del todo.

En la escuela, Ana y Agustín se la pasaban platicando todo el tiempo sobre fantasmas, vampiros, Horacio Quiroga, Edgar Alan Poe, Robert E. Howard, H. P. Lovecraft y cosas así. Parecía que solo sabían hablar de eso, mas no era así. Ana tenía muy buena relación con todo el mundo y era muy buena conversadora, podía hablar de casi cualquier cosa; en cambio, Agustín era un tanto retraído y aunque no era buen conversador como Ana, sabía escuchar y era bueno en eso.

En cierta ocasión Ana y Agustín se quedaron solos en un aula y observaron como se deslizaba un borrador por la superficie del escritorio y luego el borrador se elevó y borró el pizarrón, posteriormente, un plumón escribió “Balam” y las sillas se iban cayendo una a una hasta llegar a donde Ana y Agustín estaban sentados, una silla se levantó y se arrastró velozmente hacia los jóvenes, quienes optaron por abandonar el lugar e investigar inmediatamente qué o quién es Balam. No encontraron mucho, solo que se trataba de un diablo supuestamente inofensivo.

- ¿Por qué crees que haya sucedido eso?- preguntó Agustín.

- No tengo idea, ¿tú qué supones?- Respondió Ana María

- Quizás te suene descabellado, pero hemos hablado sobre demonios durante toda la semana, entonces, mi idea es que todo lo que hemos dicho, o por lo menos una parte, ha sido escuchado por espíritus y, una de dos, se sintieron aludidos y quisieron participar en la plática o nos querían asustar para que nos calláramos. Ya sabes como son algunos, se ofenden por cualquier cosa.

- Es curioso, pero siento que yo haría algo parecido.

Los días pasaron y Ana y Agustín seguían viéndose en la escuela y platicando sobre criaturas fantásticas y películas de terror, Ana ya había olvidado el incidente de días antes, en cambio Agustín seguía indagando al respecto. A los pocos días, Agustín se mostraba cada día más ansioso, cansado, unas profundas ojeras se marcaron bajo sus ojos. Sentado en un rincón se le oía susurrar cosas ininteligibles y su condición física se deterioraba notablemente cada día que pasaba. Ana María estaba preocupada, pero no se le ocurría qué preguntar y cuando se acercaba a su amigo hablaba con él sobre los temas acostumbrados, lo que no hacía más que animar al joven a continuar su extraña búsqueda, una búsqueda de algo tan incierto que Agustín no podía definirlo, sin embargo lo hacía agotar sus energías hasta el punto de la extenuación. En cierta ocasión se suspendieron las clases por una semana y cuando se reanudaron, Ana encontró a Agustín en mejor estado y se sintió con mayor comodidad para preguntarle los porqués de su estado anterior. Cuando se le cuestionó, el semblante de Agustín se tornó sombrío y, agachando la cabeza, como queriendo que no le escuchara nadie más, respondió con la voz quebrada:

- Se trata de algo tan importante como peligroso. No es ningún juego, es algo mucho más serio que hablar de una Gorgona o de un dragón. Yo todavía no sé qué es específicamente, aunque he buscado incesantemente, si me veo mejor ahora es porque mis padres me llevaron a la finca de un tío a descansar toda la semana y no tuve acceso a la información que he estado analizando.

- No comprendo, Agustín- dijo Ana en voz baja, sintiendo que se trataba de algo grave- ¿encontraste un libro de magia que sí sirve? ¿Intentaste hacer algo y ahora no te puedes zafar de las consecuencias?

- No, no Ana, es algo peor, hay un libro de por medio, sí, pero el libro es lo de menos. Hay algo más…

- ¿Qué es? ¿Un demonio, un fantasma?

- No- respondió Agustín y su gesto y su voz se hicieron más graves- es peor que un demonio y que no tiene que ver ni por asomo con los demonios y al mismo tiempo está estrechamente involucrado con ellos. ¿Has escuchado cuando los grillos cantan a lo lejos, entre la bruma y la oscuridad?- ambos palidecieron- es algo así.

Tras decir esto, el mundo entero pareció enmudecer por un instante…

Ana María no volvió a insistir. No comprendió qué era lo que causaba el malestar en su amigo, sin embargo sabía que era algo serio y peligroso. Por momentos, María confiaba en que Agustín saldría pronto de su problema y que se recuperaría pronto, pero el joven continuaba igual y evadía las preguntas que le hacían sus compañeros sobre su estado. Ana María se preocupaba más y más y llamaba por teléfono a su amigo por las tardes para preguntar por él, pero nadie contestaba, también intentó visitarlo, pero cuando tocaba la puerta nadie le abría. Un día, Agustín estaba pálido y tembloroso.

- Toma- dijo la chica ofreciendo a su amigo una barra de chocolate con avellanas, el joven la devoro como un animal- vaya, se ve que tenías hambre…

- No me deja comer…

- ¿Quién?

- Él… ellos- miró hacia todos lados con impaciencia, como si se sintiera vigilado- no me dejan dormir…

- ¿Él? ¿Ellos? ¿Tú casa está infestada?- preguntó Ana con creciente aprensión

- No están en mi casa…

- No me digas que están en todas partes- el joven asintió con un trémulo movimiento de cabeza- ¿Sí? Señálame uno- dijo Ana María, envalentonada para animar a su amigo.

- No puedo, no se puede verlos, ni tocarlos- respondió, con la mirada perdida y la voz insegura- No están ahí. Ellos no están, ellos son… no puedes oírlos, no, no puedes. Él, ellos… ellos te escuchan. – y ya no dijo más.

2 comentarios:

Zed dijo...

Se la mataste a Kant, Nietzche y Hesse. Nadie lo había explicado tan bien mi estimado.

JP dijo...

-- orralex, no has inentado leer el tarot? chance ahi encuentras la respuesta! saludos

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