Esto iba a ser una historia de horror un tanto larga. Por diversos motivos, desde que la inicié en 2007, nunca la pude terminar, lo mismo que una historia que se llama nubes en el abismo, que estuve a punto de terminar en 2003, pero la computadora en la que lo escribí se jodió y jamás pude recuperar el archivo.
Hace algún tiempo la retomé, pero en lugar de utilizar un procesador de texto como la gente civilizada, me embarqué a escribirlo y editarlo desde Windows Live Writer. De pronto se me agotó la inspiración o me cansé, el caso es que me quedé a medias y lo dejé pendiente, pero lo publiqué. La respuesta fue positiva y varios de ustedes me informaron que se les hacía grato encontrarse con una historia que no terminara en continuará.
Confieso que les iba a quedar mal, que en realidad esto debería ser otro fragmento de “bajo la sombra del mal”, sin embargo varios factores hicieron que me arrepintiera, trabajo, el inglés, la bebida, las mujeres, la mota, la pornografía, pero por encima de todo mi propia falta de talento son las que han dejado al primer fragmento de bajo la sombra del mal sin hermanitos. Y además como vox populi, vox dei, me di cuenta que escribir una serie de historias pequeñas, como monólogos, agrupados bajo el nombre de “Bajo la sombra del mal” no es mala idea.
Así pues, después de muchos posts de ocio y estupidez y media, tomando en cuenta que este blog va de mal en peor, con un blogger detrás de él que es un hijo de puta racista, ojete, xenófobo, misógino, machista, clasista, prejuicioso de mierda, intolerante, presumido y mamón y capaz que hasta medio puto, me dije: “Coño, es hora de poner un poco de orden en este blog”. Así que los dejo con esto que se llama:
BAJO LA SOMBRA DEL MAL
(púchenle play, para ambientar mejor la lectura)
No hace mucho que empecé a sentirme así. Apenas hace un par de meses que todo comenzó. Me estaba mudando. Preferí mudarme de noche para no tener problemas con el estacionamiento o cosas por el estilo. En realidad no tenía muchas cosas que mover, así que no necesité un camión de mudanzas, ni tenía para pagar uno. La mudanza me tomó varios días por estar moviendo cajas de a una por una.
Fue durante la última noche de mudanza en la que sentí esa presencia. Por algún motivo se me había hecho muy tarde y salí de esa casa con un mochila y un par de bolsas. Pero era muy tarde, eran cerca de las dos de la mañana, el lugar al que me mudé no quedaba lejos, así que decidí caminar.
Las calles estaban desiertas y el alumbrado público era deficiente, a lo lejos se escuchaba el rumor de los automóviles que aun circulaban. Ensimismado, caminaba hacia el edificio en el que ahora vivo; de pronto, el gemido de unos gatos luchando me puso alerta. Me di cuenta de que la casa y el edificio no estaban tan cerca como lo pensé y empecé a sentir que mientras más caminaba, más lejos parecía aquel viejo edificio.
Además, pude darme cuenta de que no estaba solo.
Primero fue mi reflejo en una ventanas, ese fue el primer sobresalto. Darme cuenta de que era simplemente mi reflejo no fue tranquilizador, porque en mi interior, algo en mi conciencia me hizo saber que aquello no era “simplemente” mi reflejo.
Algo en lo profundo de mi alma estaba tratando de decirme que había algo detrás de las ventanas y las puertas. Lo que mis ojos vislumbraban entre las sombras no eran engaños. Yo me resistía a creerlo, pues estoy acostumbrado a que mis ojos me hagan malas pasadas. Inquieto continuaba mi camino, tratando de mirar solo al frente.
Me concentré lo mejor que pude en el frente y podía distinguir a lo lejos a unos cuantos automóviles que cruzaban varias calles adelante. Otro auto estuvo cerca de arrollarme, pues no lo vi. El lado de la banqueta estaba muy oscuro y la verdad es que me parecía que se hacía más y más oscuro conforme avanzaba hacia mi nuevo departamento.
Aunada a esa creciente oscuridad, la humedad y el frío se sentían cada vez más intensos. Repentinamente me percaté de un lejano chirrido y por alguna extraña razón ese sonido me hacía sentir que había alguien detrás de mí. Mi corazón se hizo un nudo y se encogió al sentir súbitamente angustiado. Me negué a volver la vista, no era seguro.
Me bajé de la banqueta y comencé a caminar por el medio de la calle, lo que me hizo sentir más seguro, más lejos de las puertas y las ventanas y de alguna manera me hice menos consciente de ese chirrido.
Al llegar a la calle sobre la que se encuentra mi casa me sentí aliviado, el peso de la angustia, así como el de las cosas que cargaba se aligeró. Sin embargo,sentí un escalofrío al pararme frente a la puerta de mi edificio, la que abrí tratando infructuosamente de contener una súbita desesperación. Entré y me pareció ver a alguien recargado sobre el poste de enfrente, pero no quise corroborarlo, cerré mis ojos y la puerta conteniendo la respiración. Y pese a que me rehusé a verlo, no podía sacudirme su presencia de encima.
Entré velozmente a mi departamento y cerré la puerta con seguro, lo mismo que la ventana. Me tranquilicé ordenando algunas cosas y me metí a la cama; sin embargo, eso no terminó ahí.
No pasó mucho tiempo y llegó una noche en la que, invadido por una extraña melancolía, subí a la azotea del edificio a fumar. Miraba distraídamente hacia la calle y hacia las luces de la parte norte de la ciudad, aun circulaba un número considerable de automóviles y de personas. Un cigarrillo sucedió a otro y sin sentir el paso del tiempo ya iba por el tercero o el cuarto y de pronto levanté la vista. Una sombra se deslizó por la azotea de la tienda de enfrente y a partir de ese momento, mis ojos comenzaron a mostrarme lo que no se ve cuando la noche no se llena de horror.
Si volvía la vista, los balcones, las ventanas de los demás edificios me mostraban a esos seres deformes y etéreos que me miraban y me hacían señas. Miré de nuevo hacia la calle, tratando de convencerme de que estaba cansado, pero la visión de la calle desierta y brumosa no me tranquilizó.
Bajé aprensivamente las escaleras y en cada recodo, en cada esquina, una sombra se escapaba de mi vista y esta solo podía capturar su huída. Pronto se presentaría ante mí algo que sentí como un terrible reto a mi entereza: el pasillo. Quiso el destino que no me descompusiera al contemplarlo, ancho, oscuro, largo. Mi departamento parecía tan lejano y por segundos me quedé paralizado, no veía nada, pero podía sentir a aquello, algo me hacía pensar que lo que acechaba en ese pasillo era la misma entidad que estaba detrás de mi reflejo semanas atrás.
Avancé con pasos temblorosos hacia mi departamento y comencé a percibir un sordo murmullo, repentinamente volví la cabeza al escuchar un crujido, era un vecino que entraba a su departamento, apenas pude escuchar que me saludaba y difícilmente pude captar sus facciones en medio de ese pasillo oscuro. Todavía espantado me metí a mi departamento y me quedé dormido.
En los siguientes días desperté varias veces por la noche. Algunas veces solo abría los ojos y volvía a conciliar el sueño, en otras ocasiones me despertaba porque me parecía escuchar ruidos, pero eran pasos o música en el departamento vecino. Pero lo peor era cuando me despertaba porque tenía ganas de ir al baño. No quedaba muy lejos de mi cuarto, pero a esas horas, cualquier ruido, cualquier sombra que mi cuerpo proyectara disparaba de nuevo ese terrible temor, mis ojos comenzaban de nuevo a mostrarme cosas que no son y aunque hiciera el esfuerzo de rehusarme a aceptar lo que mi cerebro interpretaba siempre aparecía ese rumor o el chirrido de aquella noche. Ir al baño no era ningún viaje seguro, pues en cualquier rincón, en cualquier esquina sentía la presencia de aquello.
Salir a la calle ya no era seguro. No sé que entidad maligna será, que se aparece en las noches, que se anuncia con un maldito chirrido, que cobija de sombras y se escurre entre las esquinas, en los límites de mi visión y que repentinamente se aparece y desaparece frente a mí, dejando engañosos bosquejos de su apariencia y que acecha desde las ventanas y los espejos. No puedo estar tranquilo ni por un segundo cuando me toca salir por la noche del trabajo y si acaso alguien me acompaña siempre tengo dificultad para esconder mi aprensión y es que pese a que vaya acompañado, aquello siempre me sigue.
Tampoco es ningún alivio llegar a mi casa, pues ese pasillo que da a mi departamento es el más peligroso escondrijo de ese ser maligno. Y quizá ese malvado ser sea aun más peligroso por tener algún alcance a algo muy dentro de mí, pues algo en lo profundo de mi ser me dice que ni encender las luces es seguro, pues nada me asegura que al aparecer la luz aquello desaparezca y peor aun, muestre su verdadera y horrenda forma y encima, al tener la posibilidad de ver gracias a la iluminación, se atreva a atacar.
9 comentarios:
Me recordaste un cuento escombrista (con corto adaptado), OTRAS DOS CERVEZAS de Deneck Inzunza:
http://escombrismo.blogspot.com/2007/10/otras-dos-cervezas-historias-de-luis.html
Saludos.
Leí los dos(Bajo la sombre del mal y Otras dos cervezas). Buenísimos. Aterrador uno, suspenso el otro. Si me lo permiten tanto la luz como la pelea con el diablo son el punto práctico de aterrizaje de los alucines.
Aaahhh... muy chingo Signo. Eso me recuerda que yo he estado de huevón y no he escrito nada, snif...
Leerlo a la 1:30 am es algo escalofriante, pero creo que es un extra que me hizo disfrutar esta buena historia de una manera placentera.
Saludos, y cuando vengas a VHSA me avisas jajaja
gracias a todos por sus comentarios, disculpen por no responder antes. Me desentendí de este asunto.
Gracias a todos y esperen otra entrega de Bajo la sombra del mal
Ahora me va a dar más miedo salir de mi casa.
Ta.
cada vez se siente más el ambiente en tus textos, creo que es uno de tus puntos fuertes crear la atmósfera
Este me gusto mas, inclusive me senti el maldito Jackie Estacado con las criaturas de sombras, exceptuando por el sentir del joven casto claro esta.
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