viernes, 11 de septiembre de 2009

Escape por los pelos Cap. 11, frag. 3

Con todo y que me reclaman que se desea la novela completa, tengo que confesar que eso no será posible sino hasta dentro de al menos 8 meses, me está costando más de lo que pensaba, pero lo haré, llegará el día en que se encontrarán una entrada con un link de descarga para obtener la novela en versión pdf. Pero como eso no será pronto, mientras tanto lo dejo con esto que se llama

ESCAPE POR LOS PELOS (fragmento 3)

La vegetación cambiaba conforme aumentaba la pendiente y la altura, un montón de árboles delgados y flexibles empezaron a predominar en esa zona. El escape se hacía más complicado porque el suelo mojado se convertía en un lodo más espeso y pesado, en cuestión de segundos comenzaron a caer más lanzas y venablos. A pesar de todo Bernardo comenzó a buscar el paso a su ciudad mientras continuaban el ascenso de aquella pendiente.

- Loco, ayúdame- le gritó Luis para hacerse escuchar sobre el estruendo de la lluvia torrencial y de los truenos- tiremos esta piedrota

Y así lo hicieron también Homero y Gerardo con otra roca de tamaño similar. Las enormes rocas rodaron y poco a poco ganaron velocidad, pero durante el descenso se desaceleraron un poco al rozar a los árboles delgados. Aun así, las rocas sirvieron para entorpecer el avance de los perseguidores, excepto del hombre que golpeó a Roberto, que se movía ágilmente entre el lodazal. Se enfureció y cargó con mayor velocidad hacia los muchachos.

- ¡Otra piedra, loco!- gritó Luis

- ‘ta madre ¡Muerto! Busca la salida- ordenó Bernardo mientras empujaba otra roca con Luis.

Roberto obedeció apresurado mientras sus amigos lanzaban grandes piedras contra los perseguidores. Mientras Homero y Gerardo lanzaban otra piedra por la pendiente, el ballestero grande se acercaba a los muchachos. Luis lo interceptó y forcejearon tratando de derribarse. Roberto continuaba la búsqueda de la salida, que creía inexistente. La lluvia diminuyó la visibilidad al mínimo, pero aún así seguían cayendo lanzas y piedras cerca de ellos, lo que impidió que los muchachos se acercaran a ayudar a Luis.

- ¡Aviéntalo pa’bajo, negro!- gritó Homero- Apúrate estos pendejos nos están alcanzando con las lanzas- gritó desgañitándose en vano, pues el ruido de la lluvia desvanecía cualquier otro ruido.

- Ya voy- gruñó Luis, respondiendo a un apagado eco, pero sus amigos no pudieron escucharlo.

Un súbito cabezazo en la nariz del ballestero le dio tiempo a Luis de colgarse del brazo del tipo y tirar de su cabeza, de manera que al caer ambos al suelo, el peso de Luis sobre el brazo del tipo lo dislocó, causándole un dolor espantoso, arrancándole un alarido que se escuchó por encima de la lluvia.

Luis alcanzó a sus amigos y les ayudó a lanzar un tronco contra la tropa que los perseguía. Siguieron avanzando pendiente arriba y se toparon con una enorme pared de roca que limitaba una elevación. También hallaron una enorme roca y entre todos la empujaron, la roca rodó arrancando a los débiles árboles y levantando grandes bolas de lodo y piedra. La tropa de hombres armados trató de hacerse a un lado y se desbandó, ya tenían varios heridos, pero la roca les sumó otros seis.

- Loco te equivocaste- jadeó Roberto

- ¡No!- gritó Bernardo e inhaló desesperadamente- ¡Busquen bien! ¡Aquí tiene que estar el paso!

- ¿Estás seguro?- preguntó Gerardo.

- ¡A güevo! ¡Búsquenla!- gritó delirante señalando furiosamente la gran pared de roca.

Abatido, Homero se puso en cuclillas de espaldas a la pared, jadeó nervioso, en pleno ataque asmático y musitó:

- Ya valimos- y echó la cabeza hacia atrás, rendido, mientas agitaba su inhalador. Su cabeza tocó la pared y la atravesó.

- ¡Ahí está!- gritó Gerardo y Roberto se lanzó inmediatamente contra la pared una vez que Homero la atravesó por completo. Le siguieron Gerardo y Luis.

Bernardo no los vio y se detuvo a lanzar piedras contra los perseguidores restantes, a pesar de que no los podía ver. Quedaban tan solo seis u ocho de ellos, el resto se habían quedado heridos, retrasados o desarmados. A la tercera piedra que lanzó, Bernardo sintió un tirón en la cabeza y lo siguiente que vio fue a Roberto soltarle el cabello.

- ¿Cabrón, querías que te mataran?- preguntó Roberto.

- Pinche loco, ¿cómo sabías que ahí estaba la salida?- felicitó Gerardo.

- ¿Quién la encontró?- preguntó Bernardo jadeando

- Este güey- señaló Luis

- ¿A qué hora?- preguntó feliz a Homero

- Cuando me agaché a ponerme mi medicina- respondió Homero tosiendo.

- Gracias, Homero. Yo nada más pensaba en soltar el último putazo antes de que nos agarraran.

- ¿No creen que puedan salir por aquí?- preguntó Luis señalando una enorme ceiba.

- No creo, no se veía ni madres- respondió Gerardo.

- ¿Qué hora es?- preguntó Luis.

- Tal vez las nueve de la noche- respondió Roberto.

- ¿De qué día?- preguntó Homero, nervioso.

- Domingo o Lunes será- respondió Gerardo resignado.

- Nos van a culiar- dijo Roberto preocupado.

- ¿Qué decimos?- preguntó Luis.

- ¡Ya sé!- respondió Bernardo rápidamente. - Digamos que fuimos a jugar fútbol al rancho del tío de mi cuate Aldo, que nos perdimos y nos querían machetear por entrar en un rancho que no era.

- Bueno, vámonos pues- sugirió Roberto.

Con su coartada lista caminaron nerviosos….

 

Y continuará después de un par de posts, jeje.

So long, folks!!

2 comentarios:

Moka Hammeken dijo...

¡Ocho meses! ¡Válgame! pero bueno esta saliendo padre y con un montón de nervios.

¡Saludos!

El Signo de La Espada dijo...

Nervios?? No manches, yo lo releo y me siguen dando nervios. Gracias.

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