miércoles, 6 de mayo de 2009

Hechicería moderna

Saludos chavos, hoy los dejo con el cuento que se llama:


Hechicería Moderna


Lucero era una mujer moderna en un lugar atrasado, fue criada en un pueblo donde las costumbres eran muy puritanas y severamente observadas. Sin embargo, ella tuvo la oportunidad de cursar sus estudios en escuelas de la cabecera municipal, una ciudad muy cosmopolita, entonces tuvo contacto con formas de pensar muy variadas y otras costumbres. Al ingresar a la universidad comenzó a cambiar su forma de vestir, se maquillaba de vez en cuando, por supuesto en su escuela, dado que en su pueblo eso habría sido un escándalo. Con el paso del tiempo, Lucero comenzaría a desdeñar las costumbres y la mentalidad cerrada de su pueblo así como las actitudes despectivas de sus vecinos hacia ella, se cansó de las mujeres de su edad, celosas de su preparación, que le cerraban el paso y la llamaban puta. Se cansó de los hombres iletrados e ignorantes que le faltaban al respeto. Se hartó de la intolerancia de su familia y se fue a vivir a la ciudad.

En la ciudad conoció a Carmelo, quien sería su pareja meses después. Sus amigos y compañeros de trabajo también conocieron a Carmelo y le dijeron a Lucero que el tipo estaba loco, que no le convenía, no le conocían amigos y cosas así por el estilo, pero a Lucero no le importaba lo que dijeran de Carmelo, ella lo consideraba extraño y a veces un poco retraído, pero así lo quería.

Un día, Carmelo fue transferido en su trabajo a otra ciudad, pero era solo por seis meses. Después de tres semanas, Lucero tuvo tiempo libre para ir a visitar a Carmelo en su ciudad y quedaron de verse en un restaurante. Lucero comió sola, porque Carmelo se tardó en llegar. Estaba molesta, empezó a pensar que era Carmelo quien debía ir a visitarla y no al revés, se molestó más porque pensó que esa clase de ideas era tan medieval como las de su pueblo. Poco a poco la gente se iba retirando y no llegaba más gente. No pasaban de las cuatro de la tarde. Decidió irse del restaurante y en cuanto puso un pie fuera del lugar, recibió una llamada por teléfono celular, era Carmelo pidiéndole que lo esperara, que no tardaba en llegar. Lucero se quedó cruzada de brazos y con el ceño fruncido en espera de su novio. El cielo estaba surcado por unos nubarrones negros que amenazaban con caerse con todo y cielo. El viento corría sin rumbo con toda su fuerza, la gente corría despavorida, en verdadera estampida, gritaban algo acerca de un brujo, Lucero no puso mucha atención y quiso entrar al restaurante para resguardarse del viento y del polvo, pero ya habían cerrado. Carmelo no tardó en llegar, pero eso no contentó a Lucero.

Carmelo llegó montado en un enorme cerdo negro y tenía una posición extraña, tenía la mano derecha delante del pecho, con los dedos índice y corazón apuntando hacia arriba; el brazo izquierdo estaba dirigido a un costado levantado en ángulo recto respecto al torso, la mano con los dedos formando un gancho. Pero la posición de las manos era lo de menos, era la expresión de la cara, era una expresión siniestra, de por sí tenía ojeras, pero en ese momento, de los ojos de Carmelo brotaba una profunda oscuridad. Y sus manos, esqueléticas, puntiagudas, estaban cargadas de energía, una especie de electricidad. De su mano derecha surgía un halo dorado, una luz cálida, en cambio, de la mano izquierda brotaba una luz que parecía un vaho gélido. Lucero apenas lo reconoció y se puso pálida cuando escuchó que Carmelo le decía con una voz muy ronca:

- ¡Hola, nena!- se apeó del cerdo- ¡Es un placer verte de nuevo! Te extrañé. ¿No me respondes nada?- lanzó su mano izquierda a toda velocidad sobre la nuca del cerdo clavándole los dedos y matándolo al instante- De acuerdo, ahora vámonos.

Lucero no podía salir de su asombro al ver los dedos de su novio manchados de sangre. Se quedó inmóvil mientras su pensamiento era confuso, quería lanzarse sobre Carmelo, pero no sabía si abrazarlo y responderle y decirle que lo extrañó o golpearlo y decirle que era un imbécil y dejarlo tirado y no volverlo a ver. Reaccionó hasta que Carmelo la tomó del brazo con brusquedad y sintió una ráfaga fría recorriendo su espina dorsal.

- ¿A dónde me llevas? Carmelo, ¿Qué te pasa? ¿Quién te crees que eres?

- Espera- tomó entre sus manos la cara de Lucero, pellizcó sus mejillas, piqueteó la punta de su nariz y presionó suavemente sus labios- vamos.

- ¡Oye! ¡No soy tu juguete!- gritó Lucero y pateó el suelo, cruzó los brazos desasiéndose de la mano de Carmelo y gritó de nuevo- No me muevo de aquí hasta que me expliques qué es lo que está sucediendo

- ¡Ven acá! – refunfuñó Carmelo, jalando a su novia del brazo- No hay tiempo, tengo que sacarte de aquí.

- ¿Por qué? ¿Se aproxima un huracán o algo así?- inquirió Lucero con cierto dejo de sarcasmo.

- Es peor que eso, camina, anda, tenemos que irnos.- respondió Carmelo con severidad.

Lucero estaba a punto de golpear a su novio en las costillas y salir corriendo, pero la imagen de millares de espectros pululando en el espacio aéreo la paralizó por completo.

Un cielo oscuro y tapizado de rostros horrendos, torcidos en los más angustiosos gestos de amargura y dolor, los cubrió por eternos segundos. De pronto un grito llamó su atención, era un niño que estaba siendo arrastrado por el viento, Carmelo, sin soltar a su novia, fue en auxilio del menor, lo ayudó a levantarse y pellizcó sus mejillas, piqueteó su nariz y presionó sus labios con suavidad.

- Por favor, ayúdeme, señor, tenemos que encontrar a mi Tin- tin. Se lo suplicó, ayúdeme, por favor, encuentre a mi Tin- tin

- ¿Qué es tin- tin?

- Tin- tin es mi gato, señor. Por favor, ayúdeme a encontrarlo.

- Un gato, dices- miró los ojos de Lucero, como consultándola, está asintió- está bien, niño, te ayudaremos, ¿sabes más o menos por dónde se quedó tu gato?

- Sí, por allá, detrás de esos carros- el niño señaló una pila de carros destartalados a medias incendiados.

No muy convencido, Carmelo se dirigió, junto con el niño y Lucero hacia donde el niño señaló. Tenían el viento en su contra lo que les dificultó el trayecto, además de cientos de sombras sin rostro que se les cruzaban, pero una fuerza invisible las repelía. De pronto se escuchó el sonido de música lejana, una música hermosísima, hipnótica. Se escuchaba asimismo, una voz potente que no tenía parecido con ninguna voz humana, era una voz bella, pero hablaba en un idioma arcaico y proscrito. Esa voz hacía que los árboles se doblaran y provenía de la boca pestilente de un demonio con forma humana, pero con la piel cubierta de escamas y la boca poblada de enormes colmillos y la frente coronada por un enorme cuerno.

- ¡Amducías! ¿Qué haces aquí? Te mandé a podar el jardín de mi tío Lázaro, ahora no necesito que cantes, lárgate inmediatamente de aquí.

- Sí, señor, es que ya terminé de podar. Ya me voy señor- respondió el demonio, con voz trémula, hablando rápido, como si estuviera asustado.

- Carmelo, ¿qué es eso?- preguntó Lucero también inquieta.

- ¿Qué, eso?- dijo señalando la columna de humo que Amducías dejó al irse- es un demonio avasallado por mi- concluyó con una sonrisa de satisfacción.

Lucero, Carmelo y el niño prosiguieron su camino, cuando de pronto a Carmelo se le ocurrió una idea. Se quedó parado, cerró los ojos y comenzó a murmurar palabras extrañas, movía el cuerpo como si estuviera bailando en estado hipnótico, repentinamente se detuvo y levantó el puño derecho y recitó un mantra interminable, mientras su puño se tensaba más y más, entonces, velozmente, Carmelo giró su mano y abrió el puño al tiempo que abría los ojos y en su cara se dibujaba un rictus sombrío. De la nada surgió un anciano, delgado y de larga barba y cabellera.

- ¿Qué se te ofrece mi muy respetable señor?- dijo el etéreo anciano, con voz suave y parsimoniosa.

- Quiero que me reveles la ubicación del gato de este niño.

El anciano fantasmagórico colocó sus dedos índice y medio de la mano izquierda sobre su frente y desapareció

- Gracias, Foras.- dijo Carmelo, en voz baja y luego vociferó: ¡Bathym! ¡Ven inmediatamente, inmunda bestia!

Una bestia infrahumana con cola de serpiente apareció en el acto

- Sí, mi Señor, lo que usted mande, mi Señor- balbució aprensivamente la bestia.

- Llévanos- ordenó severamente Carmelo, señalando hacia el frente con la derecha y tocándose la frente con la izquierda- y cuidado con intentar alguna estupidez.

- Sí, mi Señor, Bathym es temeroso de su poder.

En instantes el grupo estaba a cientos de metros frente a una casa enorme, el niño se dirigió hacia un automóvil estacionado y se metió bajo de este. Salió ennegrecido de la cara y con una expresión muy alegre dijo:

- Ya encontré a mi Tin- tin- levantó la mano derecha, en la que tenía a un gato de peluche con un cascabel en el cuello.

- ¡Sabandija insolente! ¿Para esto me trajiste hasta acá?- gritó Carmelo con una vena de la frente hinchada de ira.

- Sí, señor. Yo vivo aquí enfrente, gracias por ayudarme a encontrar a mi gatito, adiós. El niño caminó a su casa, abrió la puerta, se dio la vuelta y sacudió la mano para despedirse, Lucero le respondió sonriendo y sacudiendo la mano y después el niño cerró la puerta.

- ¡Maldito Chiquillo! ¡Me hizo gastar toda esa energía!

- No importa, Carmelo, déjalo, qué niño tan simpático- dijo Lucero candorosamente y de pronto su tono se volvió severo- Ahora me vas a explicar qué demonios pasa en este mugroso pueblo

- Eso mismo, Lucero, demonios por todas partes. Estás en un verdadero pandemonium. Y todo por culpa de ese imbécil de Abramelech…

- ¿Quién?- preguntó Lucero aun más confundida.

- Ah, sí, pero no creas que Abramelech el demonio, no, un brujo que se hace llamar así…

- No entiendo nada…

- Verás, querida, en el mundo de los hechiceros, muchos de nosotros nos cambiamos el nombre, como las prostis, usamos un nombre artístico.

- ¿Y tú te haces llamar?

- Me dicen Carmelo el Charro, por mis métodos heterodoxos, como pellizcarle la cara a la gente para ponerle una burbuja de protección.

- Ah, ahora entiendo un poco más- dijo Lucero un poco aliviada- ¿Cómo es que ese Abramelech tiene la culpa de todo esto?

- Resulta ser que se corrió el rumor que yo creé el elixir dorado, una sustancia que te podría dar la capacidad de convocar, al mismo tiempo, a cientos de miles de demonios de todos los órdenes y categorías. Entonces, este imbécil irrumpió en mi casa en busca del elixir dorado o de la fórmula, no encontró nada, porque yo no he inventado nada similar. Enojado, Abramelech intentó crear su versión del elixir dorado para convocar un pandemonium en mi contra, pero el estúpido echó todo a perder y se le salió de control.

- ¿Y yo qué tengo que ver en eso?

- Nada, solo que para hacer más grande la grosería, Abramelech intentó hacer el pandemónium hoy a sabiendas que venías.

- Entonces, no tengo obligación de estar aquí ¿verdad? Me puedo ir sin ninguna restricción, ¿no es así?

- En teoría, sí, pero quisiera saber cómo te vas a ir si todo este condenado pueblo está plagado de demonios. Te pido que te quedes conmigo, te aseguro que no corres ningún peligro. Di que te quedas, anda di que sí.

- Está bien, pero la próxima vez que tengas un duelo de hechiceros tipo película de vaqueros, avísame para que haga acto de desaparición.

La pareja caminó durante largo rato, topándose con sombras y demonios menores que Carmelo iba doblegando poco a poco. Lucero iba fuertemente asida del brazo de su novio, pues los gruñidos y el estruendo que hacían los demonios en sus desmanes la atemorizaban. A lo lejos oyeron el sonido melancólico de trompetas. Este sonido se acercaba poco a poco. En poco tiempo se encontrarían con una enorme legión de demonios comandada por un demonio montado en un caballo pálido, que piafaba y relinchaba sin cesar. El demonio, de piel oscura y ojos de lava gruñó:

- Soy Beleth, poderoso guerrero infernal comandante de 85 legiones. He sido enviado a destruirte, humano. Te conmino a que me recibas cortésmente o te haré sufrir mucho más de lo debido.

- Sé quién eres, gusano y a mi nadie me da órdenes y menos un demonio megalómano como tú- dijo firme y vehemente Carmelo.

- ¿Osas insultarme? Vociferó el diablo ofendido.- ¿No sabes que puedo hacerte cosas que tu insulsa mente apenas alcanza a imaginar?

- Escúchame bien, inútil. Hace poco más de una hora derroté a Caym y lo hice pedazos. ¿Ves esto?- Sacó una pluma de mirlo de su bolsillo- Es una pluma de las alas de Caym, con ella puedo desesperarte y conducirte a la locura. Ahora dime, ¿dónde está el hechicero que te mandó? Dímelo o te encerraré con Mashit en el Tártaro, a ver cómo te va

- Está bien- respondió el monstruo, nervioso. – Camina 2 kilómetros al noreste y lo encontrarás.

- Si me mientes, te haré comparecer ante mí, ordenaré tu tortura a todos los demonios que se me ocurran. Ahora, lárgate- Azuzó al demonio con la pluma de mirlo y se esfumó.

Antes de continuar su camino, Carmelo hizo que de su mano surgiera un destello azul y trazó extraños símbolos en el aire, levantó su brazo derecho y bajó el izquierdo y luego bajó el brazo derecho al mismo tiempo que subía el izquierdo. Del suelo surgió una columna de energía verde y desde lo alto descendió otra columna de energía blanca. Ambas columnas comenzaron a expandirse poco a poco hasta disiparse. Ahora con un semblante más taciturno y sombrío, Carmelo estaba más concentrado y Lucero sin poder comprender del todo lo que sucedía, no salía de su asombro y espanto, cuando se dio cuenta estaba fuertemente asida del brazo de su novio y eso le molestó en un principio, pero después le dio risa.

- Carmelo, ¿si estoy así abrazada de ti no te quito concentración?- preguntó Lucero con dulce curiosidad.

- Solo un poco, pero lo disfruto.

Mientras caminaban en busca del hechicero Abramelech, la pareja se encontraba con hordas de basiliscos y orcos, pero Carmelo solo agitó la pluma de mirlo y volvió a unos contra otros. Convocó a las legiones de Paymon para que barrieran con los demonios restantes. De pronto encontraron a un ente infernal ataviado de oro, cuya piel parda y brillante estaba perforada por varios anillos, Carmelo dibujó una raya frente a sí con un pie y gritó:

- ¡ATRÁS! Te ordeno que no te muevas- el demonio se quedó en su lugar y bajó la vista y una voz les dijo:

- Estás olvidando el triángulo, Carmelo, si no lo utilizas te puede llevar el coco.- era Abramelech el que hablaba, arrastrando las palabras en tono burlón.

- ¡Imbécil! Yo no necesito de esas cosas. ¿Cómo le vas a hacer para regresar a todos los demonios a su lugar? ¿Te das cuenta de lo estúpido que eres?- reclamó Carmelo, exasperado.

- ¿Quién dijo que los quiero regresar? Los dejaré aquí a sembrar el caos.- dijo Abramelech, altanero primero y después enloquecido, delirante.

- Idiota, ¿cómo pretendes controlarlos?

- Destruyéndote primero, yo sé que te tragaste el elixir dorado o lo tienes contigo. Te lo quitaré y lo usaré para controlar a todos los demonios- respondió puerilmente el hechicero.

- Ya te dije que el elixir dorado no existe, por lo tanto no lo puedo tener. Supongamos que sí existe y que sí lo tengo y que además no regresarás a ningún demonio al infierno. ¿Cómo harás para que los demonios no se vuelvan en tu contra cuando duermas o mientras comas? ¿Te imaginas que podría pasar si algún demonio te pesca en el baño?- Carmelo se imaginaba lo que decía y reía a medias mientras hablaba, hizo un gesto como quien recuerda algo y dijo:- Ah, lo olvidaba, tú sufres de estreñimiento crónico, por eso estás así de paranoide.- lo dijo con toda la intención de provocar a su rival.

- ¡Grandísimo asno! Ya veo que quieres sufrir por toda la eternidad. ¡Shax! ¡Maldito apestado! Destruye a ese mago inmundo.

El aludido tomó a su novia entre sus brazos y la besó, velozmente corrió hasta donde se encontraba su rival y lo golpeó con el hombro, lo abofeteó un par de veces y lo tomó por el cuello con una mano y con la otra presionó fuertemente los testículos del hechicero.

- En el último congreso te dije que si te metías conmigo te iba a tener agarrado de los güevos, ¿te acuerdas?- Carmelo cargó a su enemigo y lo elevó sobre sí.- Ahora te enviaré con Shax y perderás todos tus sentidos poco a poco a manos de ese demonio y lo único que sentirás será dolor por toda la eternidad.

- ¡Espera!- chilló Abramelech, desesperado. -Antes de que me arrojes al infierno, dime cómo hiciste para evitar que Shax te desvaneciera.

- Muy fácil, dibujé los círculos de protección en la suela de mis zapatos, pinche mago antirreformista pendejo.- Carmelo lanzó a su enemigo hacia Shax.

- ¡Maldito! - Balbució el hechicero antes de ser atrapado por el demonio.

Carmelo se dirigió hacia su novia y se arrodilló ante a ella, extendió los brazos hacia arriba mientras se levantaba lentamente y su mano derecha se incendió en un resplandor rojo y la otra mano se cubrió con una energía negra y vaporosa, con sus manos así trazó seis círculos y siete triángulos sobre el suelo a su alrededor, juntó las manos delante de su pecho y con su tono de voz más potente bramó:

- ABYSSUS ABYSSUM INVOCAT!!

Un vacío inmenso se abrió delante de ellos y todos los demonios fueron absorbidos por la tierra en un instante y todo volvió a la normalidad. Carmelo cayó al suelo, agotado.

- ¡Carmelo!- gritó Lucero, preocupada. - ¿Estás bien?

- Sí- se levantó- no pasa nada, solo que el último hechizo me agotó. – abrazó a su novia- Oye, Lucero, me siento mal por esto, yo quería ofrecerte una bella estancia en este lugar en vez de un pandemonium. Abramelech lo hizo, pero creo que pude haberlo evitado. Hay algo más. Tengo entendido que tus amigos me consideran loco y peligroso. Perdóname por no haberte dicho que soy hechicero, ya has visto que sí soy peligroso, pero no para ti y te aseguro que no utilicé ninguna de mis brujerías para atraerte y…- Lucero lo calló con un beso.

- No importa, la pasé muy bien. Siempre supe que eras extraño y nunca me imaginé que fueras así de extraño y eso me gusta de ti.

- ¿Me quieres aunque sea brujo?- preguntó Carmelo con voz trémula, indefenso.

- Te quiero porque eres brujo. Respondió Lucero con candor.

Tomados de la mano, Lucero y Carmelo se fueron a la casa de este último a cenar y a divertirse como solo dos enamorados pueden hacerlo.



Zaz, espero que les haya gustado, cuídense mucho y que estén todos muy bien.

7 comentarios:

Zed dijo...

Jajajajaja tantos recuerdos...

JP dijo...

-- no manches espada! te digo que los de horror te salen mas chicles, aunque este es mas bien comico tragico musical, jojo, chingon!

El Signo de La Espada dijo...

Zed: Ah chingá!! Recuerdos?


jotape:

más chicles?? jajajaja nunca había escuchado esa expresión.

Qué bueno que os latio

JP dijo...

-- tssss, perdon, en chilangles chicles meant chido! y es que le tira a la imaginacion, con pizcas de absurdo, salpicado de romanticismo pero siempre bien condimentado con accion, bueno deveras!

Zed dijo...

Luego te cuento carnal, luego te cuento...

tazy dijo...

tu sueños han de estar bien bizarros

El Signo de La Espada dijo...

jotape:
sirol, chicles me sonó a chido...

pero chilanglés?? jajajajaja eso tampoco lo había escuchado. Gracias amigo jotape

Zed:
espero con ansia esa revelación

Tazy:
como no te imaginas. Si soñaras lo que yo sueño como yo lo sueño te ahorrarías las idas al cine

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