El rompemadre
Érase que se era un muchachito que a la tierna edad de 4 años jugaba canicas con su vecino de enfrente. La partida iba bien y era divertido para el niño, llamémosle Eduardo, pues él iba ganando. A los pocos minutos, el chico que iba perdiendo, llamémosle Miguel se recuperó y no tardó en ganar dos partidas seguidas, pero Eduardo alegó trampas, que la línea de su lado estaba chueca, que las canicas de su contrincante eran más duras y habían roto las suyas. Miguel lo negó todo y estaba por demostrarle que la línea estaba bien trazada cuando, en un arranque de furia, Eduardo tomó sus canicas y se las aventó en la cabeza al otro niño, pero este logró agacharse y las canicas de Eduardo se estrellaron en una ventana en la casa de su rival. Un par de horas más tarde, la mamá de Miguel visitó a la madre de Eduardo para notificarle que el muchacho había roto una ventana de su casa en un intento de agredir a su hijo. La madre Eduardo respondió a tal acusación aduciendo que un niño de cuatro años no tiene la fuerza para lanzar una bolsa de canicas tan lejos y que además atraviese un vidrio.
- ¿Ah, no?- inquirió la otra señora.- Entonces, ¿qué es esto?- preguntó enseñándole la bolsa de canicas de Eduardo.
- ¿Quién dice que no son de su hijo?- respondió la madre de Eduardo
- A ver, escuincle, ¿dónde están tus canicas?
- Espérese- se interpuso la madre de Eduardo entre él y la señora.
- Miguel me las ganó.- dijo Eduardo, estaba a punto de revelar lo que sucedió después, pero su madre lo interrumpió diciendo:
- ¿Ya vio? ¿Ya vio que son de su chamaco?
- No son mías- apuntó Miguel
- No te hagas, niño.- dijo la madre de Eduardo.- Son tuyas si tú le ganaste a Lalo.- Se dirigió a la madre de Miguel.- Señora, no sé que halla roto su ventana, pero mi hijo no fue.
- ¿Y cómo mi hijo me está diciendo que Lalo le aventó las canicas?
- ¡Eso no es cierto!- bramó la mujer.- Váyase de mi casa por favor. Yo no tengo la culpa de que su hijo le eche mentiras. ¿Váyase, que tengo mucho quehacer y no tengo su tiempo!
- Vieja loca.- dijo con severidad.- Vámonos, Migue. No te preocupes.
- ¡Loca su abuela!- gritó la madre de Eduardo desde la puerta.
Ese evento marcó para siempre la mente de Eduardo y el patrón de conducta de su madre ante las acusaciones que le hacían al niño no cambiaba. Su hijo era un santo incapaz de cometer cualquier falta o acto de maldad. Y justamente por eso, Eduardo a prendió a desquitarse en los demás, a destruir la propiedad ajena y a faltar a la escuela. Una de dos, o su madre no se enteraría o no lo castigaría nunca porque no lo creía capaz de cometer ninguna falta. A partir de ese día, de manera sistemática, Eduardo comenzaría a hacer y deshacer a sus anchas, sabiendo que tendría total impunidad.
Su primer acto de atropello contra otro ser humano fue destruir las canicas de Miguel y despedazar otra ventana de su casa, a lo que Miguel respondería tratando de golpearlo, pero como Eduardo era más grande y pesado, Miguel resultó bastante maltratado con raspones y golpes en el cuerpo y en la cara. Al comenzar su carrera de golpeador a tan temprana edad, Eduardo peleaba con niños mayores que él y poco a poco aprendería diversas mañas como picar los ojos o aventarles tierra, dar zancadillas, aplicar candados al cuello, patear a las rodillas o a la entrepierna, morder o arañar, pero de manera muy especial, representar el papel de inocente o incluso de víctima.
En una ocasión, a los nueve años, poco después de terminar el día en la escuela Eduardo estaba en la calle demorándose a propósito para llegar a su casa, él iba pateando un bote de plástico y repentinamente el bote fue a dar al pie de un niño de otra escuela, un poco menor que él, a quien llamaremos Ramón, que esperaba para cruzar la calle, inmediatamente vio la oportunidad de pelear y así sucedió, cuando Ramón le preguntó por la botella, Eduardo lo insultó, venía enojado y no le iba a permitir a nadie que lo cuestionara acerca de nada. Ramón estaba por tirarlo a loco, pero Eduardo se le acercó y lo empujó, provocando que se defendiera, así comenzaron los golpes, pero Ramón solo quería irse de allí, sabía que no iba a poder contra Eduardo porque él era más grande, así que en cuanto podía golpearlo un par de veces, salía huyendo, pero Eduardo le daba alcance y lo golpeaba o intentaba asfixiar, de manera que Ramón llegó a su casa intentando escapar de Eduardo, pero este lo alcanzó por quinta vez e incluso intentó meterse a su casa.
El padre de Ramón estaba cerca de la puerta y se acercó a averiguar por qué su hijo llegaba corriendo y cerrando con fuerza la puerta. Eduardo le narró con dramatismo la tierna historia de un niño que inocentemente pateaba un bote de plástico mientras fantaseaba con estar jugando en el mundial de futbol. Por accidente la botella rozó el pie del otro niño y él se volvió con furia hacia él y lo ofendió de manera abominable y cuando él se quiso disculpar, Ramón lo golpeó.
- ¡No es cierto! Tú me pegaste primero.- gritó Ramón indignado.
- ¡Espérate!- ordenó su padre.- Prosigue.- le dijo a Eduardo
- Luego me pegó en el pecho y yo estoy malo del corazón.
- ¡No digas mentiras! Bien que pusiste el pecho como si no te doliera.
- ¡Ya basta!- bufó el padre.- ¿Tú estás bien?- le preguntó a Eduardo- Si quieres puedo revisarte, yo soy médico.
- N-no, no hace falta- titubeó Eduardo ante la posibilidad de ser expuesto.
- ¿Seguro? A ver, no estás agitado, no te veo pálido ¿sientes que te falta el aire? ¿Estás mareado?
- Bueno, sí, un poco.
- A ver, Ramón, trae mi estetoscopio.
- No le creas, no tiene nada. Él me pegó a mí. Mira la mordida que me dio- dijo mostrando su brazo.
- ¿Ah y tú no me mordiste?- inquirió Eduardo, retador.
- ¿Ah te mordió?- preguntó el padre de Ramón a Eduardo y luego miró con severidad a su hijo.- Tráeme el estetoscopio.
- Bueno, yo ya me tengo que ir, si no mi mamá me va a pegar si llego tarde.
- Espérate tantito.- El padre de Ramón miró al piso meditabundo, en silencio y esperando a su hijo cuando este llegó le dijo:- hijo, quiero que le pidas una disculpas a este muchacho.- Ramón miró confundido y temeroso a su padre y luego vio con cierto rencor a Eduardo.
- Discúlpame. No quise que peleáramos.
- Dense la mano.- ordenó el padre de Ramón. Los niños obedecieron y Eduardo se despidió y se fue.
- Y ahorita vas a ver, cabrón.- dijo el padre de Ramón mientras se quitaba el cinturón.
Gracias a ese incidente, Ramón experimentó el desprecio y el odio hacia otro ser humano por primera vez en su vida. Quiso el destino que Eduardo y Ramón se volviesen a encontrar y, mientras que Eduardo peleaba con quien fuera mientras tuviera la oportunidad de hacerlo, Ramón sólo iniciaba la modalidad de combate a ver a Eduardo. Nunca pensaba en él, jamás ensayaba mentalmente como derrotarlo, sencillamente lo veía y lo atacaba de manera automática y Eduardo hacía lo propio, para él era muy fácil derribar a Ramón, dado su peso y el intercambio de golpes, mordidas y arañazos tenía lugar en el suelo.
Así sucedía cada vez que Eduardo y Ramón se encontraban, con cierta frecuencia, Ramón estaba cerca de llegar a su casa cuando se encontraba a Eduardo, quien se había retrasado porque había tenido una pelea previa con otro niño. Aunque Ramón buscaba vías alternativas para llegar a su casa, Eduardo se las apañaba para dar con él. Ambos peleaban al menos 6 veces al mes durante cerca de dos años y medio y luego Ramón dejó de saber de Eduardo por un período de 6 meses.
Un día, Eduardo se percató que estaba en una ambulancia. Sentía un dolor insoportable y cada vez que parpadeaba, parecía como si hubiera viajado en el tiempo, alcanzaba a ver poco las caras cada vez que abría los ojos y le parecía ver a diferentes personas cada vez. Cuando estaba más lúcido se dio cuenta que estaba en un quirófano y recordó que se había peleado y su oponente era karateka (aunque él desconocía si era wushu, pancracio, savate, jiujitsu, tae kwon do, judo, aikido, hapkido, kenpo, capoeira o karate lo que su oponente practicaba), una patada en el costado derecho lo dejó inconsciente. Una enfermera le informó que le habían roto la vesícula biliar y que lo iban a operar, que no se preocupara, que el médico que lo iba a intervenir era muy bueno. El cirujano era el padre de Ramón.
Un año antes del knock out, el padre de Ramón investigó sobre el niño con el que peleaba su hijo. Se enteró que no estaba enfermo del corazón y que era un peleonero compulsivo. Supo dónde vivía y fue a visitar a la madre de Eduardo para notificarle sobre la conducta de su hijo y de cómo había perjudicado al suyo. No era el primero ni el último y la respuesta de la madre de Eduardo fue la casi idéntica a la que le dio a la madre de Miguel, aunque al padre de Ramón lo obligaron a salir a punta de escobazos de esa casa.
El padre de Ramón se acercó a Eduardo y mientras le ponían la mascarilla de la anestesia le dijo:
- Sometimes you’ve got to ask yourself one question: ‘Do I feel lucky?’ Well, do ya, punk?
Eduardo no sabía qué chingados significaba aquello, pero sabía que no era nada bueno.
Se dice que aun en fechas recientes Eduardo ronda los dojos, gimnasios y escuelas de deportes de combate de la ciudad en busca de aquel que le reventó la vesícula biliar para decirle Sometimes you’ve got to ask yourself one question: ‘Do I feel lucky?’ Well, do ya, punk?, antes de golpearlo, ahora que ya sabe qué quiere decir.
- ¿Ah, no?- inquirió la otra señora.- Entonces, ¿qué es esto?- preguntó enseñándole la bolsa de canicas de Eduardo.
- ¿Quién dice que no son de su hijo?- respondió la madre de Eduardo
- A ver, escuincle, ¿dónde están tus canicas?
- Espérese- se interpuso la madre de Eduardo entre él y la señora.
- Miguel me las ganó.- dijo Eduardo, estaba a punto de revelar lo que sucedió después, pero su madre lo interrumpió diciendo:
- ¿Ya vio? ¿Ya vio que son de su chamaco?
- No son mías- apuntó Miguel
- No te hagas, niño.- dijo la madre de Eduardo.- Son tuyas si tú le ganaste a Lalo.- Se dirigió a la madre de Miguel.- Señora, no sé que halla roto su ventana, pero mi hijo no fue.
- ¿Y cómo mi hijo me está diciendo que Lalo le aventó las canicas?
- ¡Eso no es cierto!- bramó la mujer.- Váyase de mi casa por favor. Yo no tengo la culpa de que su hijo le eche mentiras. ¿Váyase, que tengo mucho quehacer y no tengo su tiempo!
- Vieja loca.- dijo con severidad.- Vámonos, Migue. No te preocupes.
- ¡Loca su abuela!- gritó la madre de Eduardo desde la puerta.
Ese evento marcó para siempre la mente de Eduardo y el patrón de conducta de su madre ante las acusaciones que le hacían al niño no cambiaba. Su hijo era un santo incapaz de cometer cualquier falta o acto de maldad. Y justamente por eso, Eduardo a prendió a desquitarse en los demás, a destruir la propiedad ajena y a faltar a la escuela. Una de dos, o su madre no se enteraría o no lo castigaría nunca porque no lo creía capaz de cometer ninguna falta. A partir de ese día, de manera sistemática, Eduardo comenzaría a hacer y deshacer a sus anchas, sabiendo que tendría total impunidad.
Su primer acto de atropello contra otro ser humano fue destruir las canicas de Miguel y despedazar otra ventana de su casa, a lo que Miguel respondería tratando de golpearlo, pero como Eduardo era más grande y pesado, Miguel resultó bastante maltratado con raspones y golpes en el cuerpo y en la cara. Al comenzar su carrera de golpeador a tan temprana edad, Eduardo peleaba con niños mayores que él y poco a poco aprendería diversas mañas como picar los ojos o aventarles tierra, dar zancadillas, aplicar candados al cuello, patear a las rodillas o a la entrepierna, morder o arañar, pero de manera muy especial, representar el papel de inocente o incluso de víctima.
En una ocasión, a los nueve años, poco después de terminar el día en la escuela Eduardo estaba en la calle demorándose a propósito para llegar a su casa, él iba pateando un bote de plástico y repentinamente el bote fue a dar al pie de un niño de otra escuela, un poco menor que él, a quien llamaremos Ramón, que esperaba para cruzar la calle, inmediatamente vio la oportunidad de pelear y así sucedió, cuando Ramón le preguntó por la botella, Eduardo lo insultó, venía enojado y no le iba a permitir a nadie que lo cuestionara acerca de nada. Ramón estaba por tirarlo a loco, pero Eduardo se le acercó y lo empujó, provocando que se defendiera, así comenzaron los golpes, pero Ramón solo quería irse de allí, sabía que no iba a poder contra Eduardo porque él era más grande, así que en cuanto podía golpearlo un par de veces, salía huyendo, pero Eduardo le daba alcance y lo golpeaba o intentaba asfixiar, de manera que Ramón llegó a su casa intentando escapar de Eduardo, pero este lo alcanzó por quinta vez e incluso intentó meterse a su casa.
El padre de Ramón estaba cerca de la puerta y se acercó a averiguar por qué su hijo llegaba corriendo y cerrando con fuerza la puerta. Eduardo le narró con dramatismo la tierna historia de un niño que inocentemente pateaba un bote de plástico mientras fantaseaba con estar jugando en el mundial de futbol. Por accidente la botella rozó el pie del otro niño y él se volvió con furia hacia él y lo ofendió de manera abominable y cuando él se quiso disculpar, Ramón lo golpeó.
- ¡No es cierto! Tú me pegaste primero.- gritó Ramón indignado.
- ¡Espérate!- ordenó su padre.- Prosigue.- le dijo a Eduardo
- Luego me pegó en el pecho y yo estoy malo del corazón.
- ¡No digas mentiras! Bien que pusiste el pecho como si no te doliera.
- ¡Ya basta!- bufó el padre.- ¿Tú estás bien?- le preguntó a Eduardo- Si quieres puedo revisarte, yo soy médico.
- N-no, no hace falta- titubeó Eduardo ante la posibilidad de ser expuesto.
- ¿Seguro? A ver, no estás agitado, no te veo pálido ¿sientes que te falta el aire? ¿Estás mareado?
- Bueno, sí, un poco.
- A ver, Ramón, trae mi estetoscopio.
- No le creas, no tiene nada. Él me pegó a mí. Mira la mordida que me dio- dijo mostrando su brazo.
- ¿Ah y tú no me mordiste?- inquirió Eduardo, retador.
- ¿Ah te mordió?- preguntó el padre de Ramón a Eduardo y luego miró con severidad a su hijo.- Tráeme el estetoscopio.
- Bueno, yo ya me tengo que ir, si no mi mamá me va a pegar si llego tarde.
- Espérate tantito.- El padre de Ramón miró al piso meditabundo, en silencio y esperando a su hijo cuando este llegó le dijo:- hijo, quiero que le pidas una disculpas a este muchacho.- Ramón miró confundido y temeroso a su padre y luego vio con cierto rencor a Eduardo.
- Discúlpame. No quise que peleáramos.
- Dense la mano.- ordenó el padre de Ramón. Los niños obedecieron y Eduardo se despidió y se fue.
- Y ahorita vas a ver, cabrón.- dijo el padre de Ramón mientras se quitaba el cinturón.
Gracias a ese incidente, Ramón experimentó el desprecio y el odio hacia otro ser humano por primera vez en su vida. Quiso el destino que Eduardo y Ramón se volviesen a encontrar y, mientras que Eduardo peleaba con quien fuera mientras tuviera la oportunidad de hacerlo, Ramón sólo iniciaba la modalidad de combate a ver a Eduardo. Nunca pensaba en él, jamás ensayaba mentalmente como derrotarlo, sencillamente lo veía y lo atacaba de manera automática y Eduardo hacía lo propio, para él era muy fácil derribar a Ramón, dado su peso y el intercambio de golpes, mordidas y arañazos tenía lugar en el suelo.
Así sucedía cada vez que Eduardo y Ramón se encontraban, con cierta frecuencia, Ramón estaba cerca de llegar a su casa cuando se encontraba a Eduardo, quien se había retrasado porque había tenido una pelea previa con otro niño. Aunque Ramón buscaba vías alternativas para llegar a su casa, Eduardo se las apañaba para dar con él. Ambos peleaban al menos 6 veces al mes durante cerca de dos años y medio y luego Ramón dejó de saber de Eduardo por un período de 6 meses.
Un día, Eduardo se percató que estaba en una ambulancia. Sentía un dolor insoportable y cada vez que parpadeaba, parecía como si hubiera viajado en el tiempo, alcanzaba a ver poco las caras cada vez que abría los ojos y le parecía ver a diferentes personas cada vez. Cuando estaba más lúcido se dio cuenta que estaba en un quirófano y recordó que se había peleado y su oponente era karateka (aunque él desconocía si era wushu, pancracio, savate, jiujitsu, tae kwon do, judo, aikido, hapkido, kenpo, capoeira o karate lo que su oponente practicaba), una patada en el costado derecho lo dejó inconsciente. Una enfermera le informó que le habían roto la vesícula biliar y que lo iban a operar, que no se preocupara, que el médico que lo iba a intervenir era muy bueno. El cirujano era el padre de Ramón.
Un año antes del knock out, el padre de Ramón investigó sobre el niño con el que peleaba su hijo. Se enteró que no estaba enfermo del corazón y que era un peleonero compulsivo. Supo dónde vivía y fue a visitar a la madre de Eduardo para notificarle sobre la conducta de su hijo y de cómo había perjudicado al suyo. No era el primero ni el último y la respuesta de la madre de Eduardo fue la casi idéntica a la que le dio a la madre de Miguel, aunque al padre de Ramón lo obligaron a salir a punta de escobazos de esa casa.
El padre de Ramón se acercó a Eduardo y mientras le ponían la mascarilla de la anestesia le dijo:
- Sometimes you’ve got to ask yourself one question: ‘Do I feel lucky?’ Well, do ya, punk?
Eduardo no sabía qué chingados significaba aquello, pero sabía que no era nada bueno.
Epílogo.
Se dice que aun en fechas recientes Eduardo ronda los dojos, gimnasios y escuelas de deportes de combate de la ciudad en busca de aquel que le reventó la vesícula biliar para decirle Sometimes you’ve got to ask yourself one question: ‘Do I feel lucky?’ Well, do ya, punk?, antes de golpearlo, ahora que ya sabe qué quiere decir.
9 comentarios:
Ay wey...
Chale, me acordé de los tiempos donde me agredian weyes mas grandes que yo y yo intimidaba a niños menores que yo.
Siempre me tocaban los madrazos, de una y otra forma.
Por eso decía en el post anterior que los morritos son expertos en agresiones y ataques. Ya te contaré uno de estos días acerca de eso.
jajajaja esta harto largo este post pero see harto ordinario.
A cualquiera nos,cofcof le pasa.
chido bló!
Hola Pocoyó, bienvenida.
Ah me gustaría saber como es que te cofcof, le pasó alguien de tus conocidos.
Saludos
aahhh!!!!
indignación!!!
me cae que sentí indignación!!!
jejejeje..
alguna vez me sucedio, que un niño en la primaria quería darme una nalgada a lo que yo a mis 9 años no accedí y lo jale del hombro como en señal de no te metas con mi cucú como día la cnación y literalmetne verdad? jijiji, y que me muerdeeeee!!! y que nos llevan a la dirección!!! y que yo dije ya me dio la rabia!! pero ñeeee... luego, se autoflajelo el tipitooo, se hizo disque unos pellizcos y me acuso de ser yo la autoraaaa material de esooo!! y que me dan chingos de corajeee y que luego dice la dire "ñeee yo te viii que te los hiciste ahorita" y que lo cambian de salon! amen!
jajaja
me siento defraudada, quería que le papá le hiciera algo al niño, como castrarlo
.. ahora entiendo xq
son 'rete-ordinarias' xD
.. si iio siempre lo he
dicho desde qe comencé
a estudiar en la primaria:
los NIÑIOS son CRUELES.! O.o
.. pero en fin ..
crecí ii aprendí qe no
haii mejor forma de agredir
qe con un sarcasmo qe
haga exponerse a
esa persona ..
especialmente quando
es tonta ii no
le entendió =)
.. aah.! ajajaj..
referente a mi blog
pasado creo qe te referiste
al 'último punto' ..
ajajaj.. pero me refería
a no sé .. qe me 'obliguen'
a ir a algún lugar
qe no me guste o cosas
de ese estilo .. ajajaj ..
no sexules.! xD
.. ii weeno..
somatizar es algo así
como reflejar qualqier
conflicto emocional
con un síntoma fisiológico ..
como la clásica gastritis
por nervios .. o un desmaiio
después de recibir una
noticia importante ..
.. saluditos.! =)
-- jejjeje, muy buena mi guen espada, me cae que los golpes solo llevan a mas golpes, que la estupidez de algunos jefes solo llevan a una gran bola de nieve creciendo y llevandose a los proipios hijos, muy anecdotico
ambaar: Cuando menos te lo quitaron de encima. Oye, por cierto, qué onda con tu blog, no veo donde se ponen los mensajes, se ve todo negro.
Tazy: No entiendo si te sientes defraudada por mí por escribirlo o por el personaje que no hizo lo que querías?? Me pareció bastante defraudador que el padre no escuchara la versión de su hijo, preocupándose además de que el otro chavito no estuviera lastimado. Por otro lado, el doctor era cirujano pediatra, no veterinario. jajajaja, pero tienes razón, lo merecía el güey.
Lilith 2.0: creo que me malinterpretaste, yo me refería a cuestiones laborales o académicas. Deja reviso el comentario, pero te aseguro que no me refería a nada sexual.
jota pe: jeje gracias. Pus sí, al final el bully no aprendió la lección.
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