Disyuntiva

Tengo muchos días sin aparecerme en la blogósfera. Este sería el post número 200 y se iba a tratar sobre los malditos reptilianos. Pero algo tuve que hacer el 22 de diciembre y ya no lo pude postear. Me lancé a casa de mis padres y dejé la laptop en manos de mi amigo el filósofo, industrial, político y librepensador mexicano César Caba.

Dado que no soy tan civilizado como Andrés Borbón no avisé con antelación acerca de esto y cuando quise hacerlo, tuve otras cosas que hacer. Ahora bien, después de este post, no volveré a postear sino hasta el 9 o 10 de enero, ok?

Por lo pronto los dejo con la advertencia de que no es broma (no sigo la tradición del día de los inocentes, no pregunten), lo dejo con un fuerte abrazo deseándoles a todos un año nuevo hypermegaultrafucktástico y con un texto que nace de las mareas voraginosas de mi mente y esto se llama:

DISYUNTIVA

Cuando era niño me inculcaron el amor por mi patria, por los símbolos que la representan, por lo que el estado representa, así como por los individuos que la conforman y por el territorio que ocupamos.

No obstante, en estos días me siento inclinado a maldecir los montes que se plantan entre nosotros. Si acaso se incendiaran los bosques y selvas que hay de aquí hasta allá, me pregunto si lo lamentaría.

De niño me enseñaron a amar a mi prójimo como si de mi se tratase. Mis padres hicieron un compromiso para educarme en esa premisa, mas hoy cavilo si he de continuar tal tradición o que podría suceder si me sustraigo del compromiso en el que mis padres me incluyeron y me dejo carcomer el alma con el veneno de la envidia hacia aquellos que te rodean y por los pisos y pasillos por los que rondarás.

Medito, sin ser capaz de decidir, si debo arracarme los ojos de horror a ver los espectros a mi alrededor o si debo esperanzarme sabiendo que lejos se encuentra tu espíritu hermoso y que, con un poco de suerte, me encontraré de nuevo contigo.

P.S.: Te extraño, maldita sea.