viernes, 21 de agosto de 2009

Diáspora, capítulo 10 de mi novela (fragmento 3)

Damas y caballeros, con ustedes la tercera entrega de este peliagudo capítulo: Diáspora!

Excelente y atodamadrista fin de semana!!

P. S. Disculpen que el formato no quede siempre igual, la culpa es de mi incomprensión de ciertas cosas de blogger y de programación en html.
- ¡Mierda!- gruñó Homero- Vamos al claro.

Allí, Bernardo vio una gran roca que tenía una superficie plana, alta y ancha, que le recordó una estela prehispánica. A un lado de la roca había un gran árbol del que pendían grandes racimos de una fruta que se parecía mucho al cuajilote.

- Vamos detrás de esa piedra.- dijo Bernardo.- Tú, muerto, súbete en chinga a ese árbol.

- ¡Ah, puta! Que se suba el negro- respondió Roberto.

- ¡No discutas! Súbete y cuando vengan esos pendejos les avientas esos cuajilotes. Tú los vas a distraer ¿entendiste?

- Sale- dijo trepando al árbol

La estrategia de Bernardo acertó al predecir que los hombres armados tardarían en alcanzarlos el tiempo suficiente para que Roberto trepara al árbol y los demás se escondieran detrás de la roca. En cuanto llegaron los hombres armados, empezaron a hablar, aparentemente a dividirse para buscar a los jóvenes detrás de los árboles o las piedras. Súbitamente un fuerte golpe de una fruta cayó sobre la cara descubierta del que lideraba al grupo. Todos los demás se rieron, en especial un arquero, con la cara descubierta también, al que le cayó el siguiente cuajilotazo en la boca. Ante las risas de sus camaradas, el arquero disparó a ciegas contra el árbol. Roberto estaba bien escondido y ninguna flecha lo alcanzó y lanzó más frutas, de manera que todos los que estaban ahí dirigieron sus miradas hacia la copa del árbol, tanto los arqueros y honderos como los que traían armas de mano. En ese momento, Homero lanzó su jabalina a la rodilla de uno de los honderos. Luis salió por el lado contrario y asestó un fuerte golpe al líder del grupo, Bernardo salió por último cargando una piedra grande y lanzándola al pecho de uno de los arqueros. Roberto cayó encima de otro arquero dejándolo inconciente en el acto. Quedaban en pie, el jefe del grupo, dos tipos con espada corta y otro con un látigo, un hondero y otro arquero. Uno de los espadachines atacó a Homero mientras este lidiaba con el hondero al que atacó primero, pero se defendió ágilmente, Bernardo se lanzó contra el hondero que quedaba y lo estranguló con su propia honda mientras lo golpeaba en la cabeza con el mango de su cuchillo. Roberto se hizo cargo del arquero que quedaba, clavándole su cuchillo en un pie y luego estrellándole una piedra en la sien. Luis recibió ayuda de Homero mientras lidiaba con el líder del grupo, pues Bernardo lo había librado del espadachín al que atacó por la espalda, de nuevo estrangulando con una honda. Bernardo derribó al tipo y un par de latigazos cruzaron su espalda. El joven se levantó lentamente arqueando la espalda por el dolor y giró lentamente mirando al tipo de látigo de forma furibunda. El tipo se sintió intimidado por la fuerte mirada de Bernardo y no fue capaz de contener el embiste del joven y cayó al suelo, en donde le colocó cuatro fuertes cabezazos que le destrozaron la máscara y lo dejaron inconciente. Para entonces, entre Roberto, Luis y Homero habían herido de gravedad al espadachín restante y derribado al líder del grupo. Al final, este fue abatido a patadas por los cuatro jóvenes.

Tras la refriega, jadeantes, los jóvenes comenzaron a deliberar.

- ¿Ahora que hacemos? ¿Para dónde nos vamos?- preguntó Roberto.

- Preguntémosle a ese güey- dijo Bernardo, doliéndose de los latigazos en la espalda y señalando al hondero herido de una pierna.-

- No mames, loco. Ese cabrón nos va a perder.- apuntó Luis.

- Preguntémosle y acabémoslo de madrear.

- No tiene caso- dijo Roberto- el otro güey de ayer nos acabó perdiendo.

- Ese fue otro pendejo- dijo Luis elevando la voz y mirando a Homero- que no le entendió a sus indicaciones.

- A este pregúntale tú, a ver si tan chingón, pendejo- se defendió Homero.

- Nunca van a salir de aquí- dijo el hondero herido.

- ¿Qué dices?- preguntó Bernardo- Dinos dónde está nuestro amigo.- En eso se escucharon voces de otro grupo de búsqueda.

- No van a encontrar a nadie- se quejó el hondero.- ¡Se van a morir aquí, pendejos!- gritó el hombre. Bernardo le pateó fuertemente la cara y lo noqueó.

- ¡Este mierda ya dio la alarma!- bramó Bernardo- ¡Vámonos!

- Espera, recojamos sus armas- dijo Roberto.

- Bien pensado- dijo Luis mientras recogían las armas.

Los jóvenes corrieron entre los árboles ahuyentando a algunos animales que no pudieron ver bien debido a la prisa. Entre las correrías llegaron a una especie de laberinto compuesto de varios claros conectados por estrechos corredores.

No hay comentarios.:

Más y más tajos parecidos

Related Posts with Thumbnails