Pequeña ciudad
“… El hombre fue arrollado
alrededor de las 7 de la mañana, por un Volkswagen Sedan modelo ’87. De acuerdo
con testigos, un muchacho tomó el cuerpo y desapareció al atravesar una ceiba…”
Eso
relataba el fragmento de una noticia publicada en la primavera de 1988, noticia
que pasó casi desapercibida en aquella pequeña ciudad, que pasaba casi
desapercibida por el resto del país. No voy a informarle, respetable lector,
del nombre del diario en el que se publicó aquella extraña noticia, tampoco le
daré el nombre de la ciudad. Solamente debe usted saber que aquella región era,
según algunos rumores, la tierra soñada por Miguel de Cervantes Saavedra, pero
los reyes de España se negaron a concederle derechos sobre esa tierra, todo
gracias al exquisito, bendito y codiciado cacao, abundante en dicha región.
En
aquella ciudad abundaban unos árboles de la familia de las bignonéaceas,
perteneciente al género Crescentia
(Crescentia cujete), que en muchos países de América central son conocidos
por diversos nombres como calabazo, guaje o güira, pero en aquel poblado y en
toda la región se conocen como Huacales o Guacales. Pero para esta historia, no
son los huacales los árboles con importancia en esta historia, sino las ceibas.
Las
ceibas son hermosos árboles, altos y gruesos, que pertenecen a la familia de
las malváceas y al género Ceiba,
existen muchas especies de este género, no voy a señalar cuál de todas es la
más común en aquella ciudad, ya que la botánica no es la especialidad de este
autor. Las ceibas tienen un interesante papel en el folclor de aquella región,
si no en todo ese estado. Ya desde la cultura maya se creía que las ceibas eran
árboles sagrados y representaban los trece cielos.
El
folclor local le atribuye a las ceibas extrañas conexiones con el mundo de los
muertos. Es común oír decir, tanto a jóvenes como a viejos, que observan al
fantasma de un familiar o a cualquier fantasma sentado en las ramas de las
ceibas. Hay quienes dicen que las ceibas son utilizadas por hechiceros para
transmutarse en animales como cerdos, caballos, mulas, dejando atrás la piel
humana resguardada por el mítico árbol. Es muy común oír contar a la gente que
la han espantado al paso de una ceiba, o que es muy malo dormirse a la sombra
de estos árboles. Incluso, durante su infancia, este autor supo por una de sus
vecinas, la localización exacta de una ceiba en la cual se aparecía nadie más y
nadie menos que el mismísimo diablo en persona. No, estimado lector, su seguro
servidor jamás intentó comprobarlo.
Volviendo
a los mayas, ellos pensaban que las ramas de las ceibas eran medios de
comunicación con los trece cielos. Y lo son,
no exactamente a los trece cielos, sino a un mundo completamente distinto, en
el que todo, a excepción de las ceibas es diferente. Ese mundo se abre cada 500
años durante un período de 8 meses, interrumpiéndose por períodos de 10 años. Pero
ese conocimiento era conocido solo por unos cuantos en la época de esplendor de
los mayas. Luego lo supieron ocho jóvenes. Ahora será un secreto entre usted,
respetable lector, y esos ocho jóvenes.
2 comentarios:
5 ningClicstsclsnLes curioso, mi propio blog no me deja comentar -je-... pero quería decirte que sí leí tus comentarios con mucho interés, gracias por compartir tu experiencia, en cuanto pueda te comento allá, sólo quería decirte que ojalá todos los casos fueran como el tuyo, pero tristemente no todas las personalidades son fuertes, hay muchas personas más endebles, que no tienen todos los elementos para salir de una situación así, también esta parte es necesaria de concientizar, sobre la indefensión aprendida... pero no me extiendo más aquí, te agradezco tus comentarios y tu aporte, me da gusto ver tu regreso al blog con nuevas historias
saludos!
Hasta que se me hizo...
Ah pues yo quiero saber mas sobre los 13 cielos y demas cosas relativas a la cosmogonia Maya, ojala y tengas mas historias.
Cuando se vuelven a cumplir esos 500 anios?
Saludos!!!
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